Capítulo 4

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Lisa había reservado en el hotel Carlton Towers, situado en Sloane Street. Tenían una enorme suite de tres habitaciones, cada una de ellas con su propio baño, y también una salita grande.

Jennie se había sentido completamente fuera de lugar cuando atravesaron el vestíbulo de entrada comparada con las sofisticadas mujeres rodeadas de bolsas de tiendas caras que tomaban el té en el salón. Pero se olvidó de ellas en cuanto les mostraron su suite y se dio cuenta de que Lisa iba a compartirla con ellos.

El corazón la latía a toda prisa, sentía todo el cuerpo cargado y sensibilizado de pronto, como si fuera demasiado consciente de Lisa. Su presencia en la habitación, aunque hubiera varios metros entre ellas y estuviera completamente vestida, tenía el mismo efecto en su cuerpo que si estuviera a su lado tocándola. El sonido de su voz le hizo sentir prácticamente el calor de su respiración sobre la piel. Su cuerpo estaba empezando a reaccionar. Lisa alzó la mano e hizo un gesto hacia los dormitorios mientras le decía:

—He pedido que en una de las habitaciones pongan dos camas para los niños.

En el interior de su cabeza, Jennie podía sentir cómo le cubría un seno con la mano. Los pezones se le endurecieron bajo la ropa, y trató desesperadamente de controlar el deseo de su cuerpo. ¿Por qué le estaba sucediendo aquello? Había vivido feliz sin sexo durante casi seis años. ¿Por qué reaccionaba así su cuerpo ahora?

Estaba reaccionando ante un recuerdo, eso era todo. Su deseo por Lisa, como ese recuerdo, pertenecía al pasado y no tenía cabida en el presente. Jennie trató de convencerse a sí misma, pero sabía que no era cierto. El hecho de que pudiera despertar un deseo tan intenso en ella era algo en lo que no quería pensar. Sentía un nudo en el estómago, que se añadió a la sensación de náusea que le producía el dolor de cabeza. De hecho, había vomitado cuando pararon en la estación de servicio, y tuvo que comprarse un estuche de viaje de cepillo de dientes y pasta para refrescarse la boca. Ahora lo único que deseaba era tumbarse en una habitación a oscuras, pero por supuesto, eso era imposible.

—Tú y yo ocuparemos las otras dos habitaciones, por supuesto —estaba diciendo Lisa—. Supongo que tú querrás estar en la más cercana a la de los niños, ¿verdad?

—Podría haber compartido habitación con ellos —fue la respuesta de Jennie.

Porque eso evitaría sin duda que volvieran a salir a la superficie más recuerdos indeseables.

—No hacía falta que reservaras tres habitaciones —aseguró.

—Si hubiera reservado sólo dos, en el hotel habrían dado por supuesto que ibas a compartir mi cama, no a dormir con los gemelos —fue la respuesta de Lisa.

Otra imagen cruzó al instante por la mente de Jennie: dos cuerpos desnudos entrelazados en una cama grande. Aquellas manos que acariciaban y abrazaban su cuerpo mientras que ella tenía la cabeza inclinada hacia atrás en salvaje éxtasis. Eran las manos de Lisa y su cabeza. El cuerpo de Jennie se calentó. Sus propias imágenes mentales le estaban haciendo entrar en pánico. Lo que estaba experimentando probablemente era algo parecido a lo que les sucedía a las víctimas de algún terrible trauma, que tenían flashbacks que no podían controlar, se dijo. Lo único que significaba era que la inesperada reaparición de Lisa en su vida estaba haciendo que recordara el suceso que había provocado un efecto tan poderoso en su vida.

Para su alivio, los gemelos, que habían estado inspeccionando la suite, llegaron corriendo a la salita. Leo se acercó a ella para informarle:

—¿Sabes qué? En nuestro dormitorio hay una televisión, y...

—Una televisión que permanecerá apagada mientras estéis en la cama —le aseguró Jennie con firmeza, aliviada al volver a su familiar papel de madre—. Ya conoces las reglas.

Esclavas de la pasión (Jenlisa G!P)Where stories live. Discover now