Capítulo 10

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MÁS Le valía asegurarse de si estaba embarazada, y si así era, decírselo a Lisa. No podía seguir retrasándolo más, se advirtió. Ella no era la única a la que se podía culpar, después de todo. Hacían falta dos, y ella sí había tomado las píldoras anticonceptivas.

También era cierto que no se había encontrado muy bien, se recordó, y la ansiedad y la angustia por todo lo que había sucedido en Londres podrían haber minado la efectividad de las píldoras. Sin duda Lisa podría ser capaz de entenderlo. Pero, ¿y si no lo entendía? ¿Y si la acusaba de haber desobedecido abiertamente sus deseos? Pero, ¿qué razón lógica tendría para haber hecho algo así? Lisa era una mujer de negocios exitosa e inteligente. Tendría que reconocer que no había ninguna razón lógica para que ella se quedara embarazada deliberadamente. Tal vez fuera una mujer de negocios exitosa e inteligente, pero también había sido una niña traicionada por su madre.

¿Tendría aquello alguna repercusión en la posible reacción de Lisa ante su embarazo? Aparentemente no, pero Jennie tenía la sensación de que podría ser.

Se lo diría aquella noche, se prometió, cuando los niños se hubieran acostado.

Con la decisión tomada, Jennie estaba empezando a relajarse cuando Lisa salió a buen paso de la casa en dirección a la zona del patio, claramente para ir en su búsqueda. A Jennie le dio un vuelco al corazón por la culpabilidad. ¿Lo habría adivinado de alguna manera? Si así fuera, al menos su embarazo sería algo sabido y podrían hablar de ello de manera racional. Cuando Lisa le dijo que acababa de llamar su hermana y que saldrían por la mañana hacia Atenas, donde se quedarían a pasar la noche, Jennie se dio cuenta de que una parte de ella había deseado que lo adivinara para así librarse de la responsabilidad de tener que contarle que estaba embarazada otra vez.

Sin embargo, ya que no lo había adivinado, lo más sensato sería sin duda esperar a que regresaran de Atenas para contárselo, ¿verdad? Así tendrían más tiempo para hablar del asunto con tranquilidad. Lisa se enfadaría, de eso estaba segura, pero se agarraba al hecho de que quería a los gemelos, y eso la tranquilizaba. Por mucho que se enfadara con ella, también querría al nuevo bebé.

—Tengo un apartamento pequeño en Atenas que utilizo cuando voy por cuestiones de trabajo. Nos quedaremos allí. Anna cuidará bien de los gemelos.

—¿Vamos a dejarlos aquí?—protestó Jennie—. No han pasado una sola noche sin mí desde que nacieron.

Lisa reconoció que la angustia de sus palabras no podía ser fingida. Había sido demasiado inmediata y automática. Trató de imaginar a su propia madre negándose a viajar a una ciudad cosmopolita llena de caras tiendas de marca para quedarse con sus hijos, y fue consciente de que eso nunca podría haber sucedido. Su madre odiaba vivir en la isla, la visitaba todo lo menos que podía, y a ella le enviaron a un internado en Inglaterra cuando cumplió siete años.

—Minnie quiere pasar tiempo contigo, y yo tengo asuntos de trabajo que atender. Los niños estarán mucho más contentos en la isla bajo el cuidado de Anna, que en una ciudad como Atenas.

Jennie se mordió el labio y se le oscureció la mirada, pero Lisa continuó.

—Te aseguro que puedes confiar en Anna, los cuidará muy bien. Si no lo creyera, no se me ocurriría dejarles aquí.

A Jennie se le aclaró la mirada.

—Oh, sé que puedo confiar en tu buen juicio en lo que a su bienestar se refiere. Soy consciente de lo mucho que les quieres.

Su inmediato y abierto reconocimiento de que aceptaba y valoraba su opinión sobre sus hijos provocó en Lisa un efecto extraordinario. Como si fuera un rayo de sol atravesando una nube negra. Se sentía confundida y abrumada por la repentina oleada de placer que le causaron sus palabras. La sensación de que estaban unidas, de que Jennie confiaba en ella. Jennie confiaba en que tomaría la decisión adecuada para sus hijos. Una sensación desconocida y emocionante se apoderó de ella, y experimentó la urgente necesidad de estrecharla con fuerza entre sus brazos. Dio un paso hacia ella, pero se detuvo al instante cuando recordó su necesidad de protegerse a sí misma.

Esclavas de la pasión (Jenlisa G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora