Capítulo 11

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La naturalidad con la que los gemelos reaccionaron cuando regresaron a la isla demostraba más que cualquier palabra lo cómodos que habían estado bajo los cuidados de Anna durante su ausencia, pensó Jennie mientras se cambiaba de ropa en el dormitorio. Lisa había ido directamente a su despacho para leer los correos.

Pero cambiarse no era lo único que tenía que hacer. La bolsa de viaje estaba sobre la cama. La abrió y sacó la prueba de embarazo que había comprado en Atenas. Le temblaban ligeramente las manos cuando la abrió, y tenía la vista nublada mientras leía las instrucciones. Seis años atrás, cuando hizo esto mismo, estaba muy asustada y temerosa del resultado.

Ahora también tenía miedo, pero por otras razones diferentes.

Las cosas habían cambiado desde que se dio cuenta de que podía estar embarazada, se dijo para tranquilizarse. Cuando Anna se había referido al amor que sentía por Lisa, al principio trató de negarlo. Pero cuando la verdad se le mostró desnuda no fue capaz de ignorarla. Por supuesto que amaba a Lisa. El auténtico impacto estaba en que no hubiera sido capaz de darse cuenta por sí misma, sino que había necesitado que Anna se lo dijera. Ahora, el mero hecho de pensar en ella le producía anhelo y dolor.

Tal vez ese hijo construyera un puente entre ellas si Lisa se olvidaba de su orgullo y le decía cómo se sentía. Le había suplicado que poseyera su cuerpo, ¿sería de verdad tan difícil pedirle que aceptara su amor? ¿Rogar para que aquel hijo naciera contando con la felicidad y el amor de sus madres? Lisa quería a los gemelos. Sin duda querría a aquel otro hijo también, aunque se negara a aceptar el amor que Lisa sentía por ella.

Se dijo a sí misma que debía confiar en que el amor que Lisa le entregaba a los gemelos no estuviera reservado únicamente para ellos.

Se dirigió hacia el cuarto de baño.

Diez minutos más tarde, Jennie seguía de pie en el baño con la mirada clavada en la reveladora raya de la prueba. Ella lo sabía por supuesto, resultaba imposible que fuera de otro modo. Pero no era lo mismo que ver la confirmación visible. Había concebido aquel hijo contra el deseo explícito de Lisa. Pensó en las píldoras anticonceptivas que había tomado con cuidado y regularidad cada noche, obedeciendo las condiciones que Lisa había puesto para su matrimonio. Tal vez aquel niño, concebido contra todo pronóstico, estaba destinado a nacer. Era un regalo que podrían compartir juntas.

Jennie se llevó la mano al vientre plano y aspiró con fuerza el aire. Tenía que contárselo a Lisa y cuanto antes mejor.

El repentino grito infantil que escuchó fuera hizo que la prueba de embarazo cayera sobre la superficie de mármol que rodeaba el lavabo. Jennie corrió hacia las puertas del dormitorio que daban al patio en respuesta automática a aquel grito. Una vez fuera, encontró a los gemelos peleándose por un juguete.

Lucca estaba intentando quitárselo a Leo, mientras que Leo gritaba en señal de protesta. Anna, alertada por el ruido igual que Jennie, estaba detrás de ella, y entre las dos calmaron rápidamente la situación.

Cuando lo hubieron hecho, Anna dijo con naturalidad:

—Va a estar muy atareada si lo que está esperando son también gemelos.

Jennie sacudió la cabeza. No le sorprendía que Anna lo hubiera adivinado. Las galletas de jengibre caseras que habían empezado a aparecer discretamente con su taza matinal de té suave le habían hecho pensar que Anna compartía sus sospechas.

***

Lisa retiró la silla hacia atrás. Acababan de llegar a la villa hacía una hora, y sin embargo ya sentía la necesidad de ir a buscar a Jennie. Eso le dejó claro que echaba de menos su compañía, y no sólo estar con ella en la cama. Semejantes pensamientos le hacían sentirse vulnerable, algo de lo que Lisa se defendía instintivamente. Pero eso no impidió que abriera la puerta del despacho y saliera al pasillo para dirigirse hacia el dormitorio.

Esclavas de la pasión (Jenlisa G!P)Onde histórias criam vida. Descubra agora