Monstruos

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Claire

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Claire

Román entra, otro día en el que viene a visitarme.

Mi cuenta interna ha pasado cinco días desde que desperté aquí conectada al suero negro. La sensación de flotar es constante y no estoy de mal humor como suelo estar normalmente. Simplemente relajada postrada en esta cama sin sentir una pisca de felicidad, pero si alivio.

El se sienta como siempre en una silla a mi lado. Una de sus manos se aventura a tocarme, no hago nada solo lo dejo ya que puede responderme de manera agresiva, tampoco creo que tenga fuerza para alejarlo.

Sus dedos juguetean con mi cabello luego bajan a mi cuello dando ligeros y suaves círculos en mi piel. Desvió mi mirada al techo evitándolo ver e ignorar el hecho que me esta tocando.

—Te traje comida Claire — sigue acariciándome con sus dedos —¿Tampoco quieres hablar hoy ratita?

Lo ignoro y simplemente miro al techo aun que puedo sentir su mirada.

—Bueno, entonces hablare yo — queda un momento mudo como si esperar que respondiera a eso, pero no quiero verlo. Quiero que desaparezca —¿Alguna vez escuchaste de que los villanos no nacen, son creados?

Sus dedos toman mi mano y se entretiene pasando los dedos por mi palma.

—Bueno, mi niñez se baso en un padre aldólico. Mi madre murió y nunca llegue a saber si tenia mas familia. Solo supe que mi papa le dolió perder a mi madre y que el dolor lo llevo al alcohol y el alcohol a los golpes.

Su mano apretó la mía con fuerza

—No se siente nada bien ser el saco de boxeo de alguien, mas de alguien que se supone debería amarte. Así que a mis catorce años tomé la mejor decisión de mi vida que fue huir, irme lo mas lejos que pude. Las calles solitarias de Canadá no eran tan soltarías en las noches, el frio era infernal a lo que tuve que buscar refugio. Y un día un grupo de drogadictos me alojaron. Con ellos aprendí que el mundo gira a base de adicciones, en todos lados tenemos adicciones y cualquier cosa pude ser adicción si no pones limite. Por ello me di cuenta que mi solución era venderla. Me las arregle para encontrar como hacer y vender droga.

Imaginarme al monstruo de Román pequeño e inofensivo me pareció un poco difícil, trato de no sentir compasión y me quedo quieta mientras sigo escuchando atenta.

—Cuando logre llegar alto busque a mi padre y lo mate — lo dice como si hablara de una anécdota cualquiera —Aun recuerdo el sonido de la bala atravesándole el cráneo. Luego de su muerte quise crecer mas a lo que fui por otra adicción... las mujeres.

Se incorpora muy cerca de mí, ahora su mano pasando por mi busto a mi garganta y mi pulso cardiaco comienza a acelerar con adrenalina.

—Las mujeres son la mayor adicción de los hombres, es como si estuvieran diseñadas para nosotros y tenerla para nuestro merced son perfectas — mis ojos se desvían a el mirando su horrible cara pintada con rasgos anormales, sin alma, rasgos de psicópata —También pueden ser nuestra debilidad, como cualquier adicción.

Uno de sus dedos toca con fuerza mi mandíbula para después alejarse soltarme y volver a sentarse.

—Si tal vez sea un monstruo, pero en esta vida solo los monstruos sobreviven. Por eso tuve que arruinar esa sociedad que empezaba a construir con los Greco, ellos venden armas no tanto droga, pero iban a ser un escalón que me llevaría mas alto. Cuando te vi te quise, pero eso no fue lo que lo arruino.

Mi vista vuelve al él cuándo lo escucho reír con esmero, como si se le hubiera ocurrido un buen chiste.

—Teníamos una reunión para hablar sobre la cocaína, pero cuando llego Bianca para hablar por Daniel no me agrado. Simplemente no trabajo con mujeres, se suponen que ellas son como mi mercancía. La insistencia de Bianca me llevo a ahorcarla de cuello, para su suerte no llegue muy lejos. De ahí mi desacuerdo con los Greco. Por eso estas aquí, serás mi símbolo de que los Grecos se derrumbaran.

Noto que se revisa la muñeca donde tiene un reloj que parece ser de oro.

—Hablando de ellos, tenemos una reunión aun que me parece mas un arreglo para no tener una guerra de mafias. Me despido ratita.

Se levanta para darme un beso una mejilla que provoca un mareo en mi estomago y el sabor de acides en mi boca.

—Y una cosa más, la moraleja de mi historia es que soy el villano, pero no debes olvidar que los Greco también son monstruos, yo solo soy el peor de todos. 



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