|CAPÍTULO VEINTICUATRO: ROJO ESCARLATA II.|

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ROJO ESCARLATA II

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ROJO ESCARLATA II. 


Al llegar a casa, escucho como Theo intercambia unas cuantas palabras con Jessa, esta le da las gracias y cuelga.

Lo primero que hago es quitarme los tacones, la chaqueta y tiro todo a un costado, no me importa lo que piense el pelinegro, me tumbo en la cama y me quedo mirando a la nada, sin poder creer lo que acaba de pasar.

El amor no debería doler así.

Mi tía ha estado enamora de él desde el colegio y ahora simplemente tiene a alguien, aunque ella nunca se atrevió a confesársele sus sentimientos por miedo al rechazo y perder su amistad. La verdad es que nunca hubiera tenido la oportunidad.

Puede ser bi.

Bueno, puede.

Siento el peso a mi costado y me acuesto en posición fetal al ver a la persona más de cerca, Theo hace lo mismo y nuestros dedos chochan ante nuestra cercanía.


Tun, tun, tun.


Mi corazón retunda en mi pecho al sentirlo tan cerca.


¿Por qué mi pecho se siente así?


Mi acompañante levanta una de sus manos y barre el cabello que cae en mi cara, su tacto me hace sentir una corriente y me asusto un poco.

Su cálida caricia, me hace sentir relajada, sus dedos barren mi cabello y me acerco más a él, al levantar la vista veo todo como una mancha y sonrío de boca cerrada.


Desearía verlo.


He compartido tanto con él en las últimas semanas y aún no se ni como luce, la serenidad de su corazón me hace sentir en calma.


Abre los ojos, Darla.


Los abrí, y sé muy bien del porqué de todo esto.

Sé muy bien que me ha gustado, que me gusta y probablemente me gusto desde la primera vez que lo vi, espero que me siga gustando en el futuro.

Sí, no fue amor a primera vista, sino amor hacia su corazón. Luego de conocerlo, conocer su familia y compartir tantos momentos, temo que mis sentimientos no puedan ser correspondidos.

Su mano baja hasta mi mejilla y con las yemas de sus dedos comienza acariciarla, me atrevo alzar la mía y llevarla hacia su cara, toco con delicadeza sus cejas y bajo mi dedo desde el puente de su nariz hasta la punta, al llegar un centímetro más toco sus labios y los tiene medio abiertos, decido recorrer su forma y me mojo los míos con mi lengua.

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