|CAPÍTULO CUARENTA Y UNO: MAUVE.|

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MAUVE

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MAUVE.


Estática y con las palabras atoradas en la garganta, trago en seco y trato de procesar toda la información que me acaba de arrojar a la cara, mismísima Loto de Luca.

Al abrir la puerta, esperaba encontrármelo a él, pero para mi sorpresa fue una cabellera rubia que hizo aparición, junto a su esposo y hermano, así, sin querer romper el hilo, mi cuñada comenzó a explicar todo lo que había sucedido, como se había enterado de las cosas y como habían llegado hasta mi apartamento.

A su lado, los dos hombres pelinegros solo callaban, pero yo no podía despegar mi mirada del corazón del hombre al que amo.

Theo no había pronunciado palabra alguna, solo asentía ante su hermana y sentí su mirada en la mía, desde que se habían ido todos, mi visibilidad desapareció de nuevo, de algún modo, entre tanto sentimientos revueltos, no podía aclarar mi cabeza.


Nos estamos volviendo locas.


Loca, ya estamos, Darla.


Pero más.


—¿Qué piensas? — las palabras de mi cuñada hace que despegue la mirada del pelinegro, miro ahora su corazón y vaya que se ve un poco más grande el nuevo miembro.

—No... pues... No sé— respondo dudosa— No sé qué decir o pensar.

—Tranquila— posa la mano encima de la mía. —No tienes que decir mucho. ¿Ella te llegó hacer algo?

—No, solo me la encontré un par de veces y creo que me persiguió un día. La verdad no sé.

—Bueno, ella ya está en un lugar donde la van ayudar. Así que no tienes que temer, lamento que tuvieras que pasar por eso.


Su voz es suave y delicada, me recuerda al color mauve, las personas con su personalidad son cálidas, tranquilas y amorosas, como los abrazos de mamá.


Extraño a la mía.


—No tienes que disculparte—Theo es el que habla ahora— Yo soy la persona encargada para hacerlo. Debemos hablar, Darla.


Sé a lo que se refiere, asiento y sonrío de boca cerrada.


—Bueno, eso es una invitación para irnos. Vamos, amor. Por cierto. Eso de allí— señala el final de su estudio— ¿Es Theodoro?

—Sí.

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