1. Colisión

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Luisita no sabía por qué se había dejado arrastrar hasta aquel club abarrotado.

El Club París. Un nombre tan vanidoso como el propio lugar. Era grande y espacioso. Lleno de luces y música.

Había abierto hacía solo dos meses y todo el mundo en la ciudad hablaba del lugar.

En la parte trasera se encontraban los reservados, pero ahí solo se podía acceder con reserva o con enchufe de los dueños.

El caso que allí estaba Luisita, con su hermana María, su mejor amiga Rocío y Aitor. Que no era su novio, pero tampoco era solo un amigo. Se habían conocido a principios de año en la universidad y de vez en cuando se enrollaban. Era mejor que una relación de verdad porque era algo fácil.

Ninguno tenía que esforzarse, y en ese momento de su vida Luisita necesitaba algo así. Sin complicaciones. Además estaba centrada en sus estudios. Bueno, no. No en esos estudios precisamente.

- ¡Vaya pasada de sitio! - Rocío observó el local con la boca abierta.

- Menos mal que hemos podido entrar. ¿Has visto la cola ahí fuera? - María sacudió la mano con un silbido.

- Por favor, no es más que otro sitio de copas sin más. - Luisita se quejó con desgana.

- Y eso es justo lo que necesitas, doña gruñona. - María señaló la barra del club. - ¡A beber se ha dicho!

- Sigo sin saber qué hacemos aquí. - la rubia caminó tras su hermana, mirando a un lado y otro. Parecía que toda la gente joven de la ciudad estaba allí.

- Pues mira. Desde que has empezado el semestre estás irritada, quejica, borde, distante, pesada... ¿sigo? - Luisita rodó los ojos con fastidio. - Tienes que salir y divertirte un poco o vas acabar comiéndote su propia piel o algo.

Se sentaron en una de las pocas mesas libres y pidieron unos cócteles, que eran la especialidad del lugar. Como tardaban un poco con todo el lío que había en el club, Luisita decidió acercarse a la barra a por las bebidas. Y así poder alejarse un poco de los reproches constantes de su hermana.

Cuando la camarera le puso las copas sobre la barra Luisita se dio cuenta de que no podía llevar las cuatro copas ella sola hasta la mesa. La verdad es que no lo había pensado bien.

Lo lógico era dar dos viajes. Suspiró pesadamente y agarró dos copas. Ella ni siquiera quería estar allí esa noche.

De pronto alguien chocó con ella y las copas acabaron estrellándose contra el suelo y derramando todo su contenido.

- Perdona preciosa. - dijo la persona que tenía la culpa de aquel estropicio.

Luisita la miró con disgusto. ¿Quién se creía que era para llamarla preciosa sin conocerla de nada?

La mujer se agachó para recoger los cristales e hizo una seña a la camarera. - Otros dos de estos. Y que corran de mi cuenta. - guiñó un ojo a Luisita, pasó a su lado y se fue sin más.

Desapareció tras la cortina que separaba la sala normal de la sala de reservados y Luisita se quedó allí de pie con ganas de haberle dicho cuatro cosas.

Tuvo que coger aire para calmarse. La camarera le sirvió los dos nuevos cócteles y Aitor se acercó para preguntar que por qué tardaba tanto, que llevaban un rato esperando.

Calma Luisita. Calma.

Volvió a tomar aire y caminó hasta la mesa con Aitor ayudándole con las copas.

- ¿Ha ido a buscarlas a la calle de al lado o qué? - Rocío protestó.

Luisita bebió y se mordió la lengua. La verdad es que aquel cóctel estaba buenísimo. Su hermana también lo debió pensar porque gimió al probarlo.

EllaWhere stories live. Discover now