14. Tormenta Perfecta

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Amelia cerró los ojos y se dejó besar por una apasionada Lourdes. La castaña empujó a la morena, que se sentó al borde de la cama.

Lourdes se quitó la camiseta y el sujetador. Amelia la miraba sin reaccionar y Lourdes se puso sobre su regazo a horcajadas para seguir besándola.

Amelia puso sus manos en las caderas de la chica y se resistió cuando Lourdes trató de tumbarla.

- ¿Qué pasa? - Lourdes se separó unos centímetros de su boca y volvió a besarla.

Pera esta vez Amelia se retiró y cerró los ojos ante la confusión de su acompañante. Pera esta no se dio por vencida y se lanzó de nuevo a besarla.

- No, para. - Amelia habló al fin.

Lourdes la miró sin entender nada y Amelia se la quitó de encima y se levantó. Se pasó la mano por el pelo todavía mojado y luego se pellizcó el puente de la nariz.

- ¿Se puede saber qué te pasa? - la voz de Lourdes sonó frustrada y enfadada.

Amelia soltó un largo y pesado suspiro. - Lo siento. Me voy a mi habitación.

Lourdes saltó de la cama y la paró antes de que llegara a la puerta. - ¿Me estás vacilando?

Amelia se lamió los labios y miró a su amiga. - No puedo hacerlo.

Lourdes frunció el ceño y dio un paso atrás como si la hubieran abofeteado. - Es por esa. - no era una pregunta. - ¿Verdad?

Amelia la miró con dureza. - No. Es por mí. - abrió la puerta y salió.

Miró la puerta de la habitación de Luisita durante unos segundos y se marchó a su propia habitación acariciándose la frente.

Estás jodida pensó.

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Luisita se levantó temprano y bajó a desayunar. No había rastro de Amelia ni de Lourdes. Y la verdad es que le daba igual.

O eso se decía a sí misma.

Ese día iba a disfrutar y vivir, como le había dicho María, y a Amelia le podían ir dando.

No le importaba su mirada con esos ojos hipnóticos, ni su preciosa sonrisa , ni su cuerpo perfecto, ni su voz conquistadora... No, ya no le importaba nada.

O eso se decía a sí misma.

Bebía café cuando la morena apareció y se acercó hasta su mesa.

Luisita se levantó y se dispuso a marcharse, para sorpresa de Amelia, que se puso delante para pararla.

- Buenos días. - la morena lo intentó con una pequeña sonrisa.

- Seguro que para tí lo son. - Luisita disparó y Amelia se mostró perdida ante aquello.

- ¿Qué pasa, Luisita?

- Tú sabrás. - la rubia pasó por su lado lista para marcharse. Entonces se volvió y miró a la morena por encima del hombro. - Hoy voy a salir por ahí, así que búscate un plan.

Amelia notó cómo el pecho se le volvía pesado y frío.

No entendía la actitud de la rubia.

Pero le dolía. Y mucho.

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El sol estaba a punto de desaparecer y Luisita seguía bailando en la discoteca del resort.

Estaba segura de que ya había bailado con todo el mundo allí.

Ellaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن