8. Vulnerable

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Amelia se detuvo en seco al abrir la puerta de su despacho y encontrarse a Lourdes sentada en su silla.

La morena se acarició la frente con cansancio. Aquella mañana no había sido especialmente buena. Después de bloquear las negociaciones de su padre con una empresa conocida por no respetar el medio ambiente, el hombre le había prácticamente expulsado de la sala de juntas.

Amelia supo que había hecho lo correcto y se sintió orgullosa de sacar a su padre de quicio de esa manera.

- Buenos días. - Lourdes se cruzó de piernas con una sonrisa. - ¿Sabes que hoy tengo una cena con la familia de mi futuro marido? - rodó los ojos con desdén.

Lourdes estaba prometida con el hijo de uno de los empresarios más importantes del país. Ni a ella le interesaba él, ni a él ella. Pero se trataba de juntar las dos fortunas y las dos empresas familiares.

- ¿Y qué haces aquí entonces? - Amelia metió las manos en los bolsillos del pantalón de su traje.

Lourdes se levantó y caminó hasta la morena, que se mostró impasible.

- ¿Por qué no nos fugamos a algún sitio tú y yo? - agarró las solapas de la chaqueta de Amelia. - Una despedida de soltera a la altura. - trató de besarla, pero Amelia la apartó.

- Lourdes, no.

En ese momento la puerta del despacho se abrió y dejó paso a un Tomás Ledesma que no parecía nada feliz. Amelia se separó de Lourdes y la castaña sonrió con inseguridad al hombre.

- Señor Ledesma.

- ¿Qué haces aquí, Lourdes? ¿No celebras esta noche la fiesta de compromiso con el hijo de Matías De La Torre?

Se hizo un silencio incómodo y Lourdes se disculpó. Trató de besar la mejilla de Amelia, pero esta le quitó la cara.

Cuando la chica se fue Tomás miró a su hija con enfado.

- Eres una descarada. Realmente no tienes vergüenza.

Amelia tomó aire. Aquí venía otra discusión y la morena ya tenía el cupo lleno por ese día.

- Los Ordoñez tienen todo preparado para la boda de su hija y tú dándote besitos con ella en tu despacho.

- No me estaba besando con ella. - Amelia al fin habló. - Y no tengo ningún interés en ella.

- ¡Por favor! - Tomás exclamó con exasperación. - ¡Eres una sinvergüenza y una constante decepción!

Amelia se cruzó de brazos. - Veo que sigues enfadado por lo de la reunión.

- Estoy enfadado por todo. - Tomás bajó el tono a uno más frío e hiriente. - Empezando por la hija tan inútil que tengo.

Amelia asintió. - ¿Algo más?

Tomás la miró con desprecio y se dio la vuelta para salir de allí, pero la morena lo frenó con una pregunta que siempre le daba vueltas en la cabeza.

- Hubieras preferido que fuera yo la que muriera, ¿verdad?

Tomás soltó el pomo de la puerta y se volvió. Lo que Amelia vio en los ojos azules de su padre le heló la sangre.

Odio. Puro odio.

- Sin dudarlo. - Tomás escupió. - Tu madre y yo lo habríamos superado juntos y dos, tres, cuatro años después lo habríamos intentado otra vez. Y habríamos sido una familia de verdad. Y yo ahora tendría un heredero a la altura y no a ti.

Amelia aguantó las lágrimas. El dolor y la rabia la empezaron a cegar. Apretó los puños y tuvo que contenerse mucho para no romperle la cara a su padre.

EllaWhere stories live. Discover now