12. Vamos A La Playa

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Las dos entraron entre risas en el ático de Amelia.

- Vaya cara se le ha quedado. - la morena se quitó la chaqueta y la colgó en el perchero. Luego hizo lo propio con la de Luisita.

- ¿Pero toda esa gente es de verdad su familia? - la rubia caminó hasta la sala de estar.

- Su familia, su prometido y la familia de él. - Amelia puso una mueca divertida. - ¿Una copa?

Luisita asintió y la morena se fue hasta la cocina. Luisita se acercó a una de las estanterías de la sala y observó las fotos que la decoraban.

Fotos de Amelia, de ella con Marina, de Marina sola, de la playa y de su madre, claro.

Ninguna foto de Lourdes. Aquello le pareció cuanto menos curioso.

- He pedido comida a un japonés que me encanta. - Amelia apareció en la sala con una botella de vino tinto y dos copas. Le ofreció una a Luisita y luego tomó un sorbo de la suya. - ¿Te gusta el sushi?

- Me encanta. - la rubia asintió con energía.

- Pues en 10 minutos llega. - Amelia la instó a sentarse en el gran sofá claro y llenó las dos copas.

Luisita tomó un sorbo de la suya y dejó escapar un sonido de agrado. Aquel vino sabía demasiado bien, y seguramente era tan caro como un coche.

- ¿No te importa que Lourdes se case? - la rubia preguntó con curiosidad.

Amelia se encogió de hombros. - Sí y no.

Luisita se mostró abiertamente confusa ante la respuesta.

- Sí porque no está enamorada de él, ni él de ella. No va a ser feliz. - Amelia continuó. - Y no porque nunca planta cara a su padre. Si él le dice que tiene que casarse con ese niño rico por el bien de su empresa, pues ella obedece. Prefiere hacer todo lo que le diga a perder sus privilegios. Siempre ha sido así.

Luisita se lamió los labios. - Creo que está enamorada de ti.

Amelia sacudió la cabeza. - No. Me quiere pero como a una posesión. No es amor de verdad.

- ¿Tú estás enamorada de ella?

- No. En realidad no creo que me haya enamorado nunca. - Amelia bebió de su copa. - ¿Y tú?

Luisita bajó la mirada y acarició el borde de su copa con el índice. - No. Siempre he pensado que me llegaría el amor verdadero. De esos que dan mariposas en el estómago y te alteran el corazón... - suspiró. - Pero nada.

- ¿Ni con Aitor? - la morena dijo con disgusto al recordar al chico.

Luisita arrugó la nariz y rio. - No, por favor. Ni remotamente.

Amelia se acomodó en el sofá, sentándose de lado para mirar mejor a la rubia. - ¿Puedo hacerte una pregunta?

- A ver. - Luisita sonrió.

- ¿Qué viste en él? No sé, a lo mejor es porque a mi no me gustan los hombres, pero tampoco me parece nada especial.

Luisita suspiró de nuevo y alzó un hombro. - Creo que simplemente me sentía sola y él estaba ahí. ¿Sabes lo que quiero decir?

- Mejor de lo que crees. - Amelia bajó la mirada.

Luisita quería decirle algo más, pero el timbre de la puerta la interrumpió. Amelia recogió la comida e insistió en salir a comer al balcón.

Al pasar junto al piano Luisita preguntó a la morena si no iba a tocar nada esa noche. La morena rio y le contestó que sólo si se portaba bien, a lo que Luisita respondió con un suave empujón.

EllaWhere stories live. Discover now