Capítulo doce

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Tomo los calzoncillos blancos del piso y me los coloco mientras acelero el paso, enfadado

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Tomo los calzoncillos blancos del piso y me los coloco mientras acelero el paso, enfadado.

—¿Me puedes decir que mierdas haces tú aquí? 

Se sobresalta ante mi tosco tono de voz, mientras intenta acercarse, no la dejo, me alejo unos pasos mientras la fulmino con la mirada. 

—Richi, cariño. 

—Mi nombre es Richard, deja de llamarme así, loca. 

—Pero bebé... 

—Carina estás enferma, aléjate de mí, soy tu primo y aunque no lo fuera entre tú y yo nunca habrá nada. 

—¿Todo esto es por culpa de esa zorra verdad? La mosquita muerta rusa, siempre ha sido su culpa—asiente para sí. 

La mirada perversa que lanza me hace acojonarme un poco.

—Espera aquí un instante, ni se te ocurra pasar—ordeno y entro cerrando la puerta a mis espaldas. 

Carina está peor de lo que pensaba, mis tíos me habían dicho que la habían ingresado en un hospital de enfermedades mentales no hacía mucho, al parecer comenzó a sacar su lado psicótico después de que su ex novio la dejase. 

Sin contar que este chico tenía un espeluznante parecido conmigo. 

Ni siquiera estoy seguro de que esté bien de la cabeza, ya que lo que ella busca y en general lo que siente, es incesto. 

Qué asco. 

Solo de pensarlo se me remueve la vida, ella es mi prima y lo seguirá siendo hasta el fin de mis días. Solo espero que ese amor insano que siente por mí, tarde o temprano, mengue porque si no tendremos muchos problemas. 

Mi objetivo principal en estos momentos es alejarla de Kaely, las palabras que pronunció junto con el tono de odio que utilizó no me dan muy buena espina. 

Caminando hacia la habitación me coloco los pantalones y la camisa, que estaban tirados encima de un mueble y me marcho dándole un beso en los labios a Kaely. Me gustaría estar aquí cuando despierte, así que lo mejor será que cuanto antes se largue Carina mucho mejor. 

Saliendo de la habitación, me encamino a la contigua y cierro a mis espaldas para llamar a mi tío.

Al tercer tono contesta. 

—¿Richard?

—Tío me gustaría preguntarte cómo están tú y la tía, pero no es el momento adecuado, mi prima se acaba de presentar frente a la habitación de hotel que estoy ocupando acá en Milán... 

—Carina —siento como se levanta causando un gran estruendo—. Esa niña estúpida, llevo días buscándola, se escapó del siquiátrico y aún no habíamos tenido noticias. Ella no está bien muchacho, entretenla en lo que yo llego, ahora estoy cerca por negocios, trataré de llegar lo más pronto posible. 

—Está bien, tío. 

—Ah, y chico. 

— ¿Sí? 

—Gracias por avisar. 

Cuelgo mientras niego y salgo de la habitación, al salir veo algo que me deja totalmente aterrado, Carina acaba de salir de la habitación que ocupaba con Kaely como con miedo a ser pillada. 

Furioso como nunca la tomo del brazo y la zarandeo. 

—¿Cómo mierda enteraste? 

—Richi, cariño dejaste la puerta abierta. 

—Y una mierda.  Se perfectamente que no lo hice. La empujo mientras le saco de la habitación, no sin antes echarle una mirada a Kaely, y respirar aliviado al ver qué duerme profundamente. 

—Hablemos fuera.

***

—Te he extrañado mucho, bebé —comenta con alegría la pelirroja en tanto blanqueo los ojos. 

He tenido que hacer maravillas para entretenerla la última hora sin que sospechara nada. 

Según lo que me contó mi tío, sí, ella está huyendo, no debe de ser porque sea precisamente un caramelito dulce, mejor andarme con cuidado. 

Transcurre media hora en la que solo me he mirando los pies mientras ella habla y habla, siento una vibración en mi pantalón donde se encuentra el teléfono y sonrío aliviado al ver que es un corto mensaje de mi tío:

«llego en diez minutos»

—¿Qué es? —Carina intenta observar la pantalla de mi teléfono con curiosidad, pero antes de que pueda hacerlo la aparto. 

—No te importa, son cosas de trabajo. 

—¿Entonces por qué sonreíste?

—Buenas noticias —me encojo de hombros mientras finjo mirar atentamente a una pareja de ancianos que pasean tomados de las manos con alegría. 

Ojalá así algún día estemos nosotros.  Kaely me hace fantasear con eso. 

—Estás raro —con desconfianza se levanta mirando a su alrededor— ¿le has llamado verdad? 

Me levanto rápido haciendo que mi móvil caiga al suelo y se rompa. 

Maldiciendo me agacho para tomarlo, está totalmente arruinado, la pantalla está hecha trizas. 

—¿De qué pinturas hablas, Carina? —me enfado mientras comienzo a sudar frío. 

—A mí, padre le has llamado —afirma mientras intenta huir y la tomo del brazo.  — ¡Suéltame!

  — ¡Suéltame!

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