VII. Cobarde

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❝ Estamos posponiendo, lo que está destinado❞

Vhagar, es un dragona grande y fuerte. De temperamento orgulloso, algo normal con su edad. No es paciente, igual a la naturaleza impetuosa de su jinete. Quizás ese detalle jugo a favor de su pronta aceptación.
Pero aceptar, no es lo mismo que someter y obedecer. Y es un precio que Aemond debe pagar y comprender. El caso con Luke ha sido la mejor demostración. Y días después sigue pagando las consecuencias por esa desobediencia de la bestia. Ahora con la inesperada visita de Daemon.

Aemond sabe de antemano que debe enfrentarse en una batalla a Daemon. A su ver, es el único que puede brindarle problemas en el futuro. En el fondo le respeta como un digno oponente, pero en este patio tan grande, que significa la vida, no hay, ni puede haber dos leones, tarde o temprano la cabeza de uno rodará.

Vhagar ha emprendido vuelvo, en medio de la fría noche. Con Aemond atado a su montura. Unas enormes cadenas evitan una fatídica caída. Su mano sigue con la herida y discapacidad de los dedos faltantes. Tomar el mando de la dragona no es tarea fácil. Menos cuando esta se encuentra inquieta.

Aprender a usar su mano izquierda le tomara tiempo. Su madre le ha empujado hasta esa deshonrosa salida. Ella ofreció arreglar el desastre que pueda provocar Daemon, después de todo sigue siendo la reina, le deben un poco de respeto.

Alicent conoce a su hijo. Sabe que hay algo que no le ha dicho, apuesta por la idea que Luke sigue vivo y es su rehén. Apuesta por creer que su hijo no es tan estúpido y ha logrado sacar ventaja de esta situación. Así que su última sugerencia en medio del abrazo, fue una apuesta por ello:

No dejes que lo encuentre. Tómalo y oblígalo a tener tus hijos. Luego úsalos como monedas de cambio si el conflicto aumenta. A medida que ellos no obedezcan envía un pedazo de Luke, antes se volvieron locos por que tomaría uno de sus ojos, comienza a negociar con eso, sus dedos, su mano, su pierna, los bebes... , recuerda, son ellos o nosotros — Pese a las palabras aterradoras, acaricio con cariño la mejilla de su hijo. La primera vez no pudo evitar que le arrebatan un ojo. Ahora el cielo le podría caer encima pero iba a protegerlo.

Aemond no es expresivo, pero es justo con los suyos, es fiel a sus ideales. Y ama a su madre. Partió con Vhagar. Solo necesitaba un poco más de tiempo... solo debía entrenar más con la espada. ¿Qué era un hombre sin ser capaz de levantarla? O dominar a su dragón.

Y entonces, un día Daemon moriría bajo su mando. Iba a tomar esa derrota como un trofeo personal. Estaba harto de compartir todos sus derechos naturales con los bastardos, debía volver todo a su estado natural.

Daemon no pensaba brindarle más tiempo. Había tomado una vida a cambio de la de Luke, y aun se encontraba insatisfecho. La principal razón para perseguirlo no fue por honor, si no para asegurarse un mejor futuro. Estando tan cerca, dejar ir viva a la presa, es una idiotez.

Caraxes es un dragón veloz, no le tomo demasiado esfuerzo ni tiempo estar cerca de Vhagar.

En medio de la oscuridad de una noche sin ninguna estrella, ambos dragones se encontraron y rugieron.

El sonido es ensordecedor y como un mal preludio recorre los varios kilómetros del bravo mar. El batir de sus alas que se acercan temerariamente a las olas hace parecer que una lluvia baña su camino.

No hay temor en ninguna de las bestias. Y mientras Carexes pelea de la mano de Daemon.

Vhagar se deja llevar más por sus instintos, siendo especialmente cruel en cualquier giro o movimiento brusco para morder y volver pedazos a Carexes que se atreve a desafiarla.

Al mismo tiempo, la última vela negra se apagaba.

En esa cabaña mal trecha es la señal que el tiempo ha llegado. Tomó la daga y se apuñado el abultado vientre.

No hubo vacilaciones, era parte de un plan mayor. La sangre corrió a montones. Y en medio de sollozos y un dolor peor que el del parto que no fue completado, terminó lo que faltaba para su hechizo.

Confundido con el movimiento que hizo su madre, frente a ella los pies temerosos de un niño acortaron la distancia. Sus cabellos plateados contrastaban en medio de la escena sangrienta. La inocente mirada de color lavanda dudaba en avanzar. Pero habiendo ensayado mil veces lo que debía hacer, sus pálidos labios musitaron: —Dracarys.

Caraxes ataca con precisión, busca los puntos débiles, cuello, alas, abdomen, donde la capacidad de reacción de giro de un dragón tan corpulento, le hace lento y deja expuesto. Aemond busca el mayor provecho de la diferencia de tamaño y fuerza entre las bestias. Ambas partes están siendo unos brutos, cada ataque cargado de una considerable poder y violencia. 
Hay demasiada pasión por parte de Aemond. Ha sido totalmente provocado por la lengua viperina de Daemon.

Al salir a la luz el asesinato de la reina, Aemond pareció quedarse en blanco. Y fue esta distracción lo que valió que la llama esta vez le quemara.

El fuego derritió parte de la armadura de su brazo derecho. Fundió la piel con la carne. Y le hizo gemir de dolor. Hay una capa de sudor frio sobre su cuerpo. Su agarre se aflojo y de no ser por las cadenas, hubiese resbalado.

Existió un atisbo de terror con la próxima vuelta, Caraxes, se había elevado hasta perderse en los nubarrones. La niebla de la tormenta que ha empezado a empaparlos, impide que pueda ubicarlo, el tamaño le favorece para esconderse.

Esquivar un próximo ataque será difícil, teniendo en cuenta que no sabe desde que posición caerá en picada. O si esa es la treta tras esta jugada.

Un tercer rugido de dragón se escuchó por todos los cielos y la tierra. Cubierto por escamas y garras de una aparente tonalidad bronce. Tomó la atención total de Carexes y Vhagar. Aunque al brindar el primer ataque su fuego azul solo busca calcinar a Carexes. Ignorando a Vhagar.

Es un espectáculo visualmente hermoso y peligroso.

El azul incandescente contra las llamaradas rojas. Chocando, explotando, fundiéndose en un vapor que parte las olas.

El instinto de Vhagar siempre le hace ir contra Carexes, quien no ha podido completar su ataque. Está no escucha las ordenes de Aemond. Solo necesita acabar con esa lucha hasta que destroce a su oponente. Irritable no hay quien la detenga. No importa si son dos contra uno. Va a despedazar antes a su presa. En el próximo ataque, su fuerte quijada alcanzo a rozar el ala de su adversario, haciéndole perder rapidez.

Una bestia sin jinete es llamativa, pero su deseo de simplemente quemar y mandar al más allá a Daemon es un asunto sub realista.

La recién llegada es una dragona antigua y esbelta, con una rapidez capaz de competir y obligar a retroceder a Carexes, el que herido, con todo el enojo de Daemon debe alejarse de Vhagar, la que pese a su mal humor, no puede seguir el ritmo de ambos y ha decido por el momento dejar de perseguirlos en vano. Su instinto le dice que habrá otra ocasión de terminar su trabajo.

Con nuevas heridas y un sabor amargo en su boca, se dirigió a donde un viejo conocido.

Hate me..Where stories live. Discover now