{EL CAIRO}

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En su corazón, cualquier que haya tenido la oportunidad de verla desnuda sabia que la leyenda de que esta mujer era una coleccionista de almas era cierta. La tinta negra recorria sinuosas sendas a lo largo de las curvas de su torso hasta sus cadera, marcando su piel con glorioso orgullo por nada menos que la vida de aquellos que le deseaban el mal.

Tan astutamente diabólica, el cuerpo fresco de una muerte posterior al envenenamiento todavía  estaba en la alfombra de su oficina real, donde se ocupa de los negocios... Las imponentes paredes, los libros en los estantes y las pinturas de sus antepasados ya habían presenciado las terribles desgracias que esta mujer había sufrido por aquellos que querían su cuerpo deseable, o simplemente una recompensa en su cabeza por ser tan poderosa y tener tanto a mano.

Ella salio de la habitación, se puso el hijab dorado sobre su cabello castaño completamente liso y fue a su dormitorio alegando que no estaba bien. por supuesto, ella siempre parecía muy buena después de estableserce un enemigo, tanto que ella disfruto de estos momentos de paz personal en su propia presencia, porque nadie podría hacerlo mejor que si misma desde que se entiende que la conocía pulgada a pulgada y no se necesitaban explicaciones tontas.

Se sento en su cama, tiro cualquier pulgada de tela que la perturbara y se dejo al descubierto sobre las sabanas, los suaves hilos cayedo sobre sus senos mientras sus ojos marrones se enfocaban en las luces amarillentas de su habitación, tan pacíficamente y al dia siguiente a otra pulgada de su espalda estaría cubierta y todo el ciclo se repetiría.

Atrajo a quienes la odiaban y tenían malos interés con ella, lo liquidaba de cualquier forma, porque los enemigos se cortaban de raíz y no ofrecían incentivos para multiplicarse. Sobre su columna estaba completamente cubierto de pintura, toda su espalda con los rasgos amenazantes, y en el otro extremo los diseños aterradoramente seductores. ¿Una muerte mas? otra pieza cubierta, que muestra las derrotas enemigas como un trofeo para despilfarrar.

No para muchos, porque no hubo hombres que pudieran verla desnuda después de la muerte de su esposo. pero lo llevaba consigo y le bastaba con tratar la vida de los hombres como algo inútil, como un premio en forma de tatuaje.

Eso crecio como una leyenda durante años, done quiera que fuera esa mujer, una multitud de personas se reunieron a la distancia, hablando al oído que ella era la princesa recolectora de almas, la que mataba a los hombres por placer y dibujaba cada muerte en tatuajes en su espalda.

como un mapa de la muerte. Gloriosamente admiraba por su fuerza como Nefertiti, temida por su sanguinario deseo de venganza como cleopatra, a quien quería y daba por cierto como Nefertiti, no era bueno meterse en problemas con ella. se preguntaban como seria el dibujo, se preguntaba si se cubria tanto como para ocultar cuanto había matado. todo estaba en consideración desde que su esposo se fue ella estaba sola.

Habían pasado cinco años desde que la princesa se había convertido en la viuda de un hombre tan poderoso como ella en oriente, desde que parecía ser una mujer vulnerable por ser viuda, comenzaron  las persecuciones estatales. Querian cabeza por que todavía era influyente para el pueblo egipcio de bajos ingresos, que salía a las calles a protestar, y todavía era dueña de tierras que la multinacionales estadounidenses lucharian en sangre para conseguir los miles de millones.

Intentaron matarla a toda costa.

Justo cuando los jeques arabes llegaron al El Cairo, se sentaron a la mesa y trataron de invertir en galeteria para tener su corazón, debido a la belleza poco vista y expuesta, pero asi se  hablaba de donde quiera que pudiera escuchar su nombre. La situación real de esa mujer era vivir a los extremos, la querían en las mismas circunstancias que querían su cabeza.

Lo cual no la asustaba, solo cautelosa e inteligente al aislarse de cualquier amenaza. Con la espalda completamente tatuada, sosteniendo reputación de coleccionar almas y vivir con el rostro tapado en publico, Aistarabaw de Egipto es una princesa generosa cuando quiere lo que le interesa, pero muy perversa cuando se siente amenazada. El consejo fue único para no envolucrarse en las costumbres de esa mujer: no irritarla para que al dia siguiente se convierta en una parte de lo que llenaba su piel.

Hidden (Camren)Where stories live. Discover now