Y otra vez a darte los dientes contra la misma piedra.
Parece mentira, pero creés que no hay próxima vez hasta que, sin darte cuenta, te encontrás poniéndote la curita una vez más.
No es que cada vez duela menos. Al contrari. Cada herida es peor. Al golpe se le suma el recuerdo. Y al recuerdo la desilusión, la nueva muerte de la misma fantasía que uno arrastra como un lastre durante una eternidad.
Entonces estamos una vez más encerrados en la jaula de siempre. Esa, la peor de todas. La que siempre estuvo abierta. Y, en ves de salir, uno decide quedarse para condenarse una vez más.
Jaulas abiertas. Uno es perverso con su angustia y la transforma en un tatuaje que se graba en el medio de la garganta y le echa la culpa al viento.
Las cadenas más crueles son las que nos ponemos a nosotros mismos.
Volviéndonos culpables, no de lo que amamos, sino de lo que decimos volver a creer. El tropezón se paga caro. Muy caro.
Y ahí vamos, rengueando todos por la vida. Haciendo cómplice y esclavo a nuestras elecciones a este pobre corazón roto y cascoteado. Acostumbrándolo, como a ese pibe que nació en un lugar equivocado, a chocar inevitablemente de frente con la infelicidad.
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Rota se camina igual (Lorena Pronsky)
SpiritualA todos nos atraviesan las mismas emociones, frente a distintos acontecimientos. Amar sin ser amado. Dar sin recibir. Esperar algo que no va a ocurrir. Ausencias. Vacíos. Tristezas. Desengaños. Partidas de esas personas que se nos adelantaron a...