Nadie suelta gratis

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    Las madrugadas revientan los diques de la realidad que con tanto esfuerzo construiste durante la luz del día.
    Otra vez volvés a amar. Hay historias terminadas que no se terminan nunca, y la noches las cobija. Las hace parecer ciertas. Posibles otra vez.
     El dolor de dejar lo imposible aflora una vez más. Lo más justo para quien decide salir del dolor es que no haya más dolor. Pero la verdad es que no. No hay justicia en estas cosas. El amor habla en otro idioma. Y querer irse del vacío es apagar el precio de acentuarlo un poco más. Nadie suelta gratis.
    Salir te pone arriba de la mesa la peor de las miserias. La verdad. La pura verdad. Y eso duele más que estar dentro de la mierda. Por eso te quedabas. Por eso te quedas. Porque la verdad, para el desamor, es un látigo en el medio de la cara. Y no aguantas, y volvés. Y la noche hace sensible la piel de los que no son tocados. Y van pasando los minutos. Y el reloj te mira. Y el insomnio te consume. Se termina la noche. La posibilidad de ese reencuentro mentiroso que te salve la desesperación que tenés en la garganta. Y ya estás. Ahí a un pasó. Te corrés el pensamiento de la cara, como el pelo que re molesta en el medio de la frente. No pensás más.
    Se termina la guerra. Mandaste ese mensaje del reencuentro mentiroso que vino a salvarte de otra pesadilla. Lo mandaste. No hay más dolor. Hay alivio. Otra vez estás en la mierda. Otra vez.
    Pero por lo menos, esta noche, respirás.

Rota se camina igual (Lorena Pronsky)Kde žijí příběhy. Začni objevovat