Capítulo 20: Marcados por el pasado

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ROSE RIVERS

—No puede ser, te juro que lo metí en la mochila.

Khai rebusca por décima vez durante los cinco minutos que llevamos en uno de los pasillos de la institución.

—Dime qué es, así puedo ayudarte a encontrarlo.

—No, quiero que sea una sorpresa.

—En serio, te aseguro que igual me emocionaré.

—¿Qué pasa? —Román aparece con las manos metidas en los bolsillos y una actitud despreocupada—. ¿Qué se les perdió?

—No encuentro el regalo que te dije que tenía para Ross.

—¿La caja musical? —pregunta Román sin pensar.

El rostro de Khai se endurece, cruza los brazos y se apoya en el casillero, sin dejar de mirar a Román. Mi corazón da un vuelco, y un calor inesperado me invade al recordar cuando le conté que siempre había soñado con tener una caja musical, un objeto de mi niñez que nunca llegué a tener. No solo lo recordó, sino que también lo ha hecho realidad.

—No era mi intención, no sabía que era un secreto —se disculpa de inmediato Román.

—Eso ya no importa.

La campana irritante de la escuela suena, y los chicos empiezan a dispersarse hacia sus respectivas aulas, incluso Román. Khai y yo nos quedamos solos.

—En serio, ¿una caja musical? —le pregunto, entusiasmada.

—Sí, quería darte esa sorpresa.

—Lo aprecio mucho, y eso es más importante que el regalo mismo.

Él sonríe, apenas un pequeño levantamiento en la comisura de sus labios, pero suficiente para hacerme sentir que todo está bien.

—Prometo que en cuanto llegue a casa lo buscaré por cielo, mar y tierra. ¿De acuerdo?

—Por supuesto. Vayamos a clases antes de que sea tarde.

Me adelanto, pero él me detiene cogiendome de la mano. Entramos al espacioso laboratorio, que cuenta con un gran ventanal y paredes tan blancas como la leche. En una estantería se encuentran microscopios, balanzas, probetas, tubos de ensayo, entre otros instrumentos. Las mesas de trabajo tienen espacio suficiente para seis personas, rodeadas de taburetes altos.

...

Me inclino sobre el lavamanos del pasillo contiguo al laboratorio y abro el grifo. El agua fría refresca mi rostro acalorado, mientras Khai sujeta con cuidado mi cabello para evitar que se moje. Tras unos instantes, lo cierro y él me tiende una toalla con la que me seco. 

—¿Te sientes mejor?

Doy un respiro.

—Sí, el dolor de cabeza se me ha aliviado un poco.

—Te enseñaré un truco.

—¿Cuál truco?

—Dame tu mano.

La toma entre las suyas, y coloca su dedo pulgar y su índice en ese punto justo entre los huesos donde se juntan los míos. Aplica una presión suave pero firme y masajea con movimientos circulares.

—Es la técnica de acupresión —me explica, y aprieta más—. Según la medicina tradicional china, al ejercer presión en ese punto se cree que se puede aliviar el dolor, incluidas las cefaleas.

En lugar de sentirme incómoda como siempre, una cálida sensación de tranquilidad se extiende por todo mi cuerpo. Con él, los muros que suelo levantar se desvanecen, dejándome vulnerable, pero, de alguna manera, segura.

—¿Te relaja?

—Mucho —Cierro los ojos, inhalo y exhalo.

Él  vuelve a aflojar y presionar, en silencio.

—¿Cómo notas la cabeza ahora?


.

...

Es un señor vestido de chef, delgado y de mediana altura.

—¿A-abuelo? —lo escucho balbucear—. ¿Qué-qué haces aquí?

—Vine para que regreses a la casa.

—¡Te dije que no volvería! —espeta.

Él lo sujeta del antebrazo.

—Es una orden, Román.

—No lo haré, ya no más.

Lo abofetea con tanta ímpetu que Román cae sobre el asfalto de concreto del parqueo de la secundaria. Me quedo boquiabierto.

—¿Qué le pasa? ¡Es su nieto! —le reclamo y me agacho para ayudar a levantarlo.

🔮🔮🔮

FINAL DE CAPÍTULO

¡Holissss! Espero que hayan disfrutado este capítulo tanto como yo disfruté escribiéndolo. 🙈

¡Feliz domingo!

Nos vemos la próxima semana.

Gracias por dedicar su preciado tiempo en leer mi libro, por sus votos y comentarios.

💟💟

Azares del destino [Editando]Where stories live. Discover now