Capítulo 1: Un recuerdo lejano

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En un lejano bosque, a mitad de la noche, todos los animales como conejos, ardillas, búhos, zorros y demás dormían tranquilamente en un ambiente de paz y silencio (con la excepción de los búhos).

En un lejano bosque, a mitad de la noche, todos los animales como conejos, ardillas, búhos, zorros y demás dormían tranquilamente en un ambiente de paz y silencio (con la excepción de los búhos)

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Pero, de la nada, el ladrido de unos perros alertó los pobres oídos de los habitantes del bosque, pues estos sufrían cada año de ataques de estos con sus amos humanos. Pronto, los animales corrían por sus vidas, mientras que los cazadores disparaban a los animales que podían. Entre los animales que escapaban, una cierva y sus dos crías pasaron frente a la vista de un cazador, quien no dudó en apuntar con su rifle.

No obstante, antes de que disparara, un ciervo macho intervino con una embestida con toda su cornamenta, haciéndole errar el disparo y clavándole uno de los cuernos en el brazo. Una vez realizado el daño, se puso a correr pues eran demasiados cazadores en los alrededores.

"¡Corre Faline!" le gritó el macho, corriendo entre los árboles; su plan consistía en distraer a los cazadores para que su familia y el resto de los habitantes del bosque pudieran escapar.

La cierva obedeció sin rechistar y corrió junto a sus pequeños cervatillos, mientras que su pareja hacía su trabajo. Corrió y corrió sin parar, detrás de los demás animales, saltando piedras y riachuelos y evadiendo árboles en su camino. Llegando a un riachuelo, unas flechas casi le caen, pero pudo esquivarlas y empujar a sus cervatillos para evitar que les disparen también.

Antes de que pudiera continuar con el escape, unos perros de caza le interceptaron y fueron por los cervatillos, pero la madre se interpuso y los mantuvo a raya con sus patas, pues no tenía una cornamenta como su pareja.

"¡Geno! ¡Gurri!" les dijo su madre, "¡Corran!"

Al principio, ambos cervatillos no querían abandonar a su madre, pero los ladridos de más perros de caza les asustaron y corrieron sin parar detrás de los demás animales. A pesar de que sus patas apenas se acostumbraban a correr, nacieron para ello y pronto los ladridos empezaban a desaparecer... pero lo malo era que se desviaron del camino que los demás habitantes del bosque habían tomado. Para cuando se dieron cuenta, habían llegado a un barranco y cuando trataron de girarse, se vieron con un grupo de cuatro perros de caza, gruñéndoles y listos para atraparlos.

Mientras que el cervatillo macho se puso frente para defender a su hermana, esta retrocedía del miedo. Cuando puso una pata al borde, este se rompió y cayó al río debajo. Al ver aquello, su hermano se lanzó también para tratar de alcanzarla. Para cuando llegaron los amos de los perros, no encontraron ni un alma en el río.

(Mientras tanto, en las tierras del reino...)

Las tierras del Reino estaban en completa tranquilidad y la mayoría de sus habitantes también se encontraban dormidos, en espera del día siguiente. Dentro de la cueva de la Roca del Clan, la manada de leones dormía plácidamente. Dan, quien en ese tiempo era aún un cachorro, dormía sonrientemente al lado de su nueva familia, con sus nuevos padres y hermanito, esperando por levantarse nuevamente para contemplar el bello amanecer de siempre.

El Rey León, El Espíritu del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora