Capítulo 14: La magia de las hojas

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El grupo avanzó a través de los árboles, hacia los sonidos de árboles cayendo; al mismo tiempo, corriendo en el sentido opuesto, varias ardillas y pajarillos huían despavoridos. Cuando finalmente llegaron, se encontraron un terrible escenario:

Donde estaba el verde y frondoso bosque que rodeaba las praderas estaba ahora un grupo de troncos recién cortados, siendo levantados por una grúa

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Donde estaba el verde y frondoso bosque que rodeaba las praderas estaba ahora un grupo de troncos recién cortados, siendo levantados por una grúa. Alrededor, el deprimente paisaje de árboles deforestados parecía aumentar debido a un grupo de hombres que usaban hachas, mientras que otros, montados en enormes maquinarias, avanzaban derribando cualquier cosa en su camino.

"¡No!" exclamó Bambi, "¡Nuestro bosque!"

"¿Qué podemos hacer, papá?" preguntó Gurri, también triste por ver tantos árboles derribados.

"¡Aaaaaaaaaaaaaaaah!"

No muy lejos de donde estaban ellos, aquellos gritos se escucharon: era Campana, quien estaba con un par de sus hermanas, junto a un pequeño grupo de ardillas, siendo acorralados por un hombre alto y feo con bigote.

"¡Eh!" gritó, "¡Dicen que la pata de conejo da buena suerte! ¿Quién quiere una?"

Reaccionando instintivamente ante el peligro de muerte de sus amigos y sin escuchar a nadie, Geno se lanzó a toda velocidad cargando sus pequeñas astas hacia él. Su padre, su hermana y sus amigos le siguieron, sabiendo que no podían dejarle solo.

Mientras aquel hombre levantaba el hacha ante las aterradas conejitas, Geno impactó su costado, dañándole seriamente y haciéndole soltar su arma a su costado. Mientras el humano maldecía en voz alta, el cervatillo se aproximó hacia su amiga y familia.

"¿Están bien?" preguntó.

"¡Geno!" exclamó Campana, "Mie hermanas y yo te estábamos buscando. Y luego nos encontramos con... ¡cuidado!"

Ante la señal de peligro, el cervatillo gritó su vista para ver a los demás hombres acercándose, con, mientras que el hombre al que acababa de cornear ahora empuñaba un machete. Sin embargo, nunca llegó a usarlo: Dan había saltado a tiempo y le había mordido la mano, haciéndole soltar aquella arma también, mientras que Shany le había mordido la pierna derecha.

El maquinista que conducía había parado, seguramente para ver qué sucedía, mientras que el grupo de humanos que andaban a pie se separó: unos corrieron hacia su campamento, seguramente por armas; mientras que, los que ya tenía herramientas (como hachas) se aproximaban hacia ellos. Antes de que alcanzara al grupo joven, Bambi corneó a uno de ellos, mientras que Simba se abalanzó sobre uno de ellos (al parecer, no le había visto).

"Geno, Gurri, ¡lleven a nuestros amigos de vuelta a los árboles!" exclamó Bambi, al mismo tiempo que usaba sus astas para apartar las armas caídas de sus dueños.

Todo a partir de aquí, fue muy complicado: Tanto Bambi como Simba hacían la mayor parte del trabajo, pues iban y venían contra los humanos, desarmándolos con la agilidad que caracterizaba a ambos animales. En condiciones normales, se hubieran abalanzado y hubieran retenido a Bambi mientras otro usaba un hacha... no obstante, la presencia de Simba intimidaba.

El Rey León, El Espíritu del BosqueWhere stories live. Discover now