Marea Alta.

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La espalda de Lucerys se veía lisa y suave. La piel estaba apenas tostada por el sol y parecía casi resplandecer bajo la luz del mediodía.
El escote era demasiado generoso. Si bien su pecho ahora estaba cubierto por la tela suave y vaporosa, la apertura en la espalda era tan amplia que podía ver incluso esos hoyuelos perfectos que se formaban sobre su espalda baja.

Entre sus omóplatos colgaba una perla del tamaño de una nuez que se movía de un lado a otro, siguiendo el ritmo natural de los pasos del castaño. Los tirantes de su ropa apenas estaban unidos por una cadena dorada, delgada como un hilo, misma que sostenía la joya que parecía surtir un efecto hipnótico en el alfa.

Aemond lo observaba desde lejos mientras su prometido caminaba del brazo de Aegon, conversando y riéndose como si fueran amigos de toda la vida. Intentaba con toda su fuerza dejar de seguir el bamboleo de esa perla con la mirada pero si no era eso lo que lo distraía eran las imágenes obscenas de sus dedos encajando perfectamente en esos hoyuelos mientras lo tomaba en cuatro…

— Supongo que es normal que se entiendan— la voz de Alicent lo sacó de sus ensoñaciones. Ella tomó el brazo de su hijo e hizo una mueca de desagrado al escuchar las carcajadas escandalosas de Aegon y Lucerys — Son de la misma calaña…

Aegon había representado para ella un fracaso desde que el maestre determinó que su primogénito era un omega. Viserys había celebrado muy poco y pronto perdió el interés en él, volcando su atención, una vez más, en Rhaenyra.
Alicent tensó un poco la mandíbula al pensar en ello. Siempre le causaba un sabor amargo en la boca.

— Ya empezaron a llegar los invitados para la boda — continuó ella, finalmente soltando un suspiro y volteando a ver a su hijo. Parecía estar bastante tenso.
La boda entre Jacaerys y Aegon se llevaría a cabo al anochecer y casi toda la servidumbre estaba ocupada en hacer los preparativos para la celebración posterior.

Aegon volvió a reírse y Lucerys aprovechó para mirar sobre su hombro de manera disimulada.

Alicent le decía algo a Aemond aunque no alcanzaba a leerle los labios. Él parecía atento. Cuando ella terminó, el alfa asintió una vez. La reina le hizo una caricia a la mejilla de su hijo antes de retirarse.

Su mirada y la de Aemond se encontraron un segundo y después él solamente se fue.

•••

Lucerys se quedó mirando la prenda que las doncellas habían preparado para la boda.
Su cabello escurría en el suelo. Una sensación desagradable lo recorrió.

— Esto no es lo que yo había elegido usar — murmuró.

El atuendo parecía asfixiante. Cubierto desde el cuello hasta los pies con una gruesa tela de color verde oscuro. Era aburrido, anticuado. Recatado y mojigato. Tenía el nombre de Alicent por todas partes.

— El príncipe Aemond solicitó que preparáramos este para usted, Alteza — explicó con timidez una de las doncellas — Dijo que es un regalo de la Reina y que le complacería mucho que usted lo use…

Lucerys levantó una ceja y apenas arrugó un poco la nariz.

— ¿Complacer…? — preguntó, aunque parecía ser más que hablaba consigo mismo — Bien. Si es lo que mi futuro esposo espera… Vamos a complacerlo — desvió entonces su atención hacia otra de las doncellas — ¿Podrías llamar a la costurera…? Quisiera hacer un par de ajustes.

•••

El vino y la comida fluían entre los invitados. Los miembros de las casas más grandes e importantes compartían la mesa y las copas entre risas y conversaciones animadas que eran acompañadas por la música alegre que invitaba a la celebración.

𝗧𝗲𝗻𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻 • 𝗟𝗨𝗖𝗘𝗠𝗢𝗡𝗗 • [TERMINADA]Where stories live. Discover now