𝗧𝗲𝗻𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻 • 𝗟𝗨𝗖𝗘𝗠𝗢𝗡𝗗 • [TERMINADA]

Tempestad.

Lucerys rumiaba sus pensamientos una y otra vez mientras mordisqueaba el interior de su labio.

La noticia del embarazo de Aegon no había tardado en esparcirse como fuego en hierba seca y se vio de pronto al borde del abismo de sus planes que aún no terminaban de tomar forma.
Su boda con Aemond aún quedaba a tres semanas de distancia y con cada día que pasaba sentía que la oportunidad de tener el trono se le escapaba de las manos.

Sabía que era algo que le provocaba urgencia a Aemond también pero no podría presionarlo directamente. No mientras Alicent se pusiera en medio de los planes… Si la muy perra ya estaba proponiendo otros pretendientes para su hijo y eso Lucerys no lo iba a permitir.

Hacerle algo a Aegon a estas alturas sería un movimiento estúpido de su parte. Y obvio, además. No se sentía aún en ese punto en el que intentaría deshacerse de un bebé… Además, cabía la posibilidad de que lo que fuera que estuviera creciendo en el vientre de su cuñado fuese una niña… Pero… esperar estaba fuera de cuestión.

Tenía que hacer algo. Algo para acelerar los planes… Algo antes de recurrir a medidas drásticas.

— Ya está listo, Alteza… — su doncella finalmente le dijo, alejando sus manos del cabello de Lucerys. Él se miró al espejo, apreciando el recogido que le había hecho en el cabello, lleno de trenzas intrincadas y horquillas con perlas que sobresalían entre los mechones castaños. Había tardado un buen rato pero el resultado era satisfactorio.

— ¿Dónde está la otra chica? — preguntó al darse cuenta de que solo estaban él y una de las doncellas —. La que me ayuda a vestirme.

— ¿No se lo dijeron, Alteza…? — la chica apretó un poco los labios. Lucerys la miró con una ceja levantada — Han tenido que echarla. La encontraron en una situación… comprometedora con un guardia… Pero yo puedo ayudarlo igualmente, Alteza o puedo llamar a alguien más de servicio…

Lucerys frunció un poco el ceño aunque después una idea brilló débilmente en su mente.

— No. No, contigo está bien… Y he cambiado de opinión sobre lo que iba a ponerme — se levantó y caminó hacia la muchacha —. Ahora necesito que me hagas un favor muy especial.

•••

Aemond hacía lo posible por evitar ver a Lucerys. Después de ese intercambio hostil de palabras… se negaba a dejar que su orgullo fuese herido por un omega con ínfulas de grandeza. A pesar del deseo… primero muerto antes que hincarse frente a él.

Aún si eso implicaba tener que tragarse la frustración que le provocaba ver a Aegon paseándose por ahí, anunciando su embarazo a los cuatro vientos y con Jacaerys pisándole los talones, llenándolo de detalles y atenciones. Había cruzado por su mente la opción de empujar a su hermano por las escaleras… Un par de veces. En el peor de los casos podría ser que se rompiera el cuello y en el mejor… No tendría qué preocuparse de un molesto sobrino usurpador.

El apetito se le había ido ya mientras miraba a Aegon y después a su madre, que apretaba los labios con una expresión bastante evidente de decepción. Ahora que sabía que estaba esperando un hijo de Jacaerys, Aegon comía todavía más que antes y había reemplazado la adicción al vino con una obsesión poco sana a comer frutas confitadas… Duraznos, especialmente.

Era imposible para Aemond disimular el asco que sentía y terminó por aclarar su garganta para excusarse e irse. Tal vez podría despejar su mente si montaba a Vaghar unas horas. Eso siempre lo ayudaba a pensar…

— Antes de que te vayas… — Alicent llamó su atención —. Quisiera hablar contigo en privado unos minutos.

Aemond asintió y le ofreció su brazo a su madre para que ella también se levantara. Alicent lo guió hacia un pasillo solitario y finalmente tomó la mano de su hijo para mirarlo a los ojos.