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No había recibido otra llamada en los siguientes tres días.

Eso incluso llegó a preocuparme.

¿Y si no le había gustado? ¿Y si se había dado cuenta que tan solo soy una cría sin experiencia? Pero me había dicho Bien hecho. ¿Y si lo había dicho por decir?

Me golpeé en la frente con el mando de la televisión y solté un gruñido exasperado. Mi vientre sostenía mi móvil y mis ojos no paraban de observarlo cada cinco minutos.

La programación del televisor era realmente mala.

Quizás no era tan mala, tampoco le prestaba demasiada atención a otra cosa que no fuese el maldito teléfono.

Me levanté al mismo tiempo que un suspiro brotaba de mis labios y me senté de golpe de nuevo al escuchar el tono de llamada.

Descolgé enseguida. Coloqué el auricular en mi oído. Aguanté la respiración.

- BUAH, TRONCA. TE ESTÁS PERDIENDO UNA PASADA DE FIESTA EN BUSAN. DEBISTE HABER VENIDO.

Rodé los ojos con decepción al oír la voz de Boo.

- Ya dije que tengo que trabajar... - Respondí intentando cortar la conversación lo antes posible-. Es más, me estoy yendo a trabajar ahora.

Y tras un par de palabras, logré colgar.

Tiré el móvil en el sofá y suspiré con profundidad. Me aburría. Me aburría muchísimo y quería más de lo de la otra vez.

Cogí el móvil cuando volvió a sonar e hice una mueca.

- Boo, que tengo que trabajar, déjame ya...

- Está claro que para eso te llamo. - Era la voz del señor Kim. Enseguida me puse recta en el asiento y con la respiración agitada por el sobresalto.

- S-Señor Kim... Buenos d-di... Tardes... Noches...

¿Días, tardes, noches? Podría haber un apocalipsis fuera que ni cuenta me daría en aquel momento.

- ¿Qué haces? -Me preguntó sin ningún tono de interés.

Tragué saliva y busqué el mando de la televisión para apagarla.

- Solo... Solo televisiV-veía la... televisión...

Silencio.

- ¿Qué llevas puesto?

Mis cejas se arquearon y observé mi ropa durante unos segundos. ¿Debía decirle la verdad o mentirle? Era absolutamente lo contrario a sexy.

- Pues una... una sudadera. Y debajo una camiseta que me compr...

- Quítatelas. - Me ordenó, interrumpiendo mi historia.

Permanecí quieta unos segundos antes de obedecer sus palabras.

- ¿Te las has quitado ya?

- Sí...

- Ahora los pantalones.

- Tengo que soltar el teléfono para...

- Adelante, hazlo.

Asentí como si pudiese verme, dejé el móvil en el sofá y deslicé mis vaqueros por mis piernas hasta que conseguí quitarlos.

- Ya está... - Avisé una vez cogí el aparato de vuelta.

- ¿Hoy estás nerviosa también?

Me quedé callada por unos segundos.

- Sí...

- ¿Te masturbaste pensando en lo del otro día?

Esa pregunta hizo que mis mejillas comenzasen a enrojecer.

- S-sí...

- ¿Cuántas veces?

- No lo sé...

- Sí lo sabes.

- No con exactitud...

- Eso es muchas.

- Joder...

Ahora sí que me estaba poniendo nerviosa.

Se formó un largo silencio de medio minuto. Quise imaginar que él estaba sonriendo al otro lado de la línea, aunque creo que jamás había visto su sonrisa por aquel entonces.

- ¿Estás ya mojada? Baja una mano y compruébalo.

No me hacía falta bajar nada para saber que ya había comenzado a excitarme, sin embargo obedecí su petición y llevé mi mano hasta la tela húmeda que permanecía pegada a mi coño.

- Lo estoy...

- ¿Llevas sujetador?

- No.

- Entonces quítate las bragas, métete un dedo y muévelo como te gustaría que lo hiciese mi polla.

Sentí un pinchazo en mi vientre al oírle y cerré los ojos, respirando hondo antes de deshacerme de mis braguitas y subir las piernas al sofá.

- ¿Lo has hecho?

- Espera.

- Espero.

- Ya está...

- ¿Has metido uno?

- He metido dos...

- Dije que uno.

- Disculpa... - Susurré y comencé a mover mi dedo corazón, rozándolo contra las paredes de mi vagina para sentir más placer.

- ¿Cómo lo estás moviendo?

Se me escapó un pequeño jadeo acompañado de un gemido.

- Profundo...

- ¿Qué te gustaría que hiciese si estuviese ahí?

Me quedé callada, silencio tan solo interrumpido por varios jadeos.

- No tengas vergüenza.

- Me... Me gust...Dios...

- Despacio...

- Señor Kim... - Murmuré en mitad de un gemido mientras movía despacio la cadera. Él sabía que no le llamaba, que se me había escapado su nombre.

- Mete otro.

Hice lo que me pidió sin dudar ni un segundo y eché la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, imaginando que realmente él me miraba como la última vez.

- Ahora dime qué te gustaría.

- No sé...

- Sí que sabes, venga, dímelo.

Gemí otra vez casi en un pequeño chillido.

- ¿Estás acariciando tu clítoris?

- S-sí...

- ¿Te gustaría que estuviese ahí y lo mordiese?

La sola imagen mental del señor Kim mordiéndome y provocando las oleadas de placer con su lengua aceleró la llegada del orgasmo.

- M-más...

- Córrete.

- J-jod... -Chillé alto soltando el móvil tras apretarlo y golpeé el sofá cuando me corrí entre gemidos tan fuertes que estaba segura de que los vecinos me habían escuchado.

Después de unos segundos de regular mi respiración y dejar de temblar, agarré el teléfono y lo puse en mi oído.

El señor Kim ya había colgado.

White hips; 19.Where stories live. Discover now