ep

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Renee relee la última frase del diario antes de cerrarlo. La cabeza le da vueltas. ¿Cómo había guardado eso durante tanto tiempo?

Pasa una de sus manos por su cabello negro y por un momento observa el calendario del bar en el que está.

Seis años. ¿Seis años han pasado ya?, se dice a sí misma al no tener a nadie más que sus recuerdos a su alrededor.

Se levanta tras dejar el dinero del whisky sobre la mesa, el whisky más fuerte como en otras ocasiones había visto beber a otra persona, y sale de ese lugar.

Nunca se ha vuelto a encontrar con el señor Kim, a pesar de que volvió a Seúl hace un año y medio. Tampoco ha dejado de pensar en él. Los chicos con los que ha mantenido relaciones sexuales no son iguales.

Son tan... aburridos, describe mentalmente, Siempre lo mismo. Besos. Meterme la polla. Besos. Gemidos falsos. Él se corre. Yo le miro. Él me mira. Sabe que yo no me he corrido. Hiero su orgullo. No vuelvo a verle. Fin.

¿Acaso pide demasiado?

Cada vez que la llaman rompecorazones la hacen reír. I'll eat your heart, I'm a monster.

Igual el señor Kim se ha casado y tiene hijos, pensaba ella a menudo, Igual se ha muerto. Igual me echa de menos. Igual ni se acuerda de mí. No, tiene que acordarse. ¿Cómo no va a acordarse?

Se golpea una de sus sienes y entra en el ascensor.

Ahora tiene 24 años casi recién cumplidos. Podría echar cuentas de cuánta edad tendría ese hombre que, hoy en día, tan sola la hace sentir en el mundo de sus recuerdos. Se cansa de bailar enfrente de un espejo todas las mañanas, un reflejo que es el de ella, mayor de lo que había sido, pero siempre menor que su oppa, allá dónde se encuentre.

Dos años después de aquellas semanas incompletas, consiguió el dinero para la academia de ballet. Su vida en aquel tiempo, como ella dice, cabía en un insulto.

Otros hombres gemían entre sus piernas a cambio de un sueño que, una vez cumplido, se transformó en una sensación vacía y sucia pagada con dinero poco honrado.

Renee pega su frente en la puerta una vez ya ha salido del ascensor y suspira con pesadez. Sabe que ya no lo soporta más. ¿Seis años así por un hombre como ese? Qué cojones le pasa. Las demás, al menos Booyoung, lo habían superado poco después.

Joder, para una vez que se enamora y tiene que ser de esa manera.

Se golpea la cabeza con suavidad contra la madera como cada noche después del ensayo, de las actuaciones, del bar, del whisky, de todo. Siempre está demasiado cansada para abrir la puerta nada más llegar. Su casa. Su hogar. El único lugar en el que el dolor es suyo, simplemente suyo.

Y así será cada día hasta que se muera porque todo se ha terminado y aquello no es una película, no es una historia de libro, no es nada más que la realidad. La puta realidad.

Sin embargo lo que Renee no sabe es que la persistencia y la paciencia puede llevarte a algo más que a la locura, y la puerta se abre ese día, a diferencia de otros días.

Esa puerta 1324 se abre y la imagen del señor Kim aparece al otro lado, dentro del cuarto.

Ambos se miran de manera diferente. Para él, ella ha crecido y ha madurado exteriormente. Su pelo es más largo, su cuerpo se ha estilizado, su pecho ha crecido y sus ojos azules ahora se esconden tras unas lentillas. Para ella, él sigue exactamente igual como lo recordaba, serio, con uno de esos trajes negros, las puntas de su flequillo cayendo con levedad sobre sus ojos, su aroma, todo. Todo es igual y se vuelve a sentir viva de nuevo como antaño.

White hips; 19.Where stories live. Discover now