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Me había bajado la regla.

Era mi tercera semana como puta personal y me acababa de bajar la regla.

Comencé a preocuparme al ver toda aquella sangre en el papel, como tantas otras veces había visto, pero mi mente enseguida fue directa al señor Kim.

¿Qué se supone que debía decirle?

Me negaba completamente a follar en aquel estado.

El móvil sonó en la mesilla de mi habitación. Procuré cambiarme lo más deprisa que me fue posible antes de correr a descolgar la llamada.

- ¿A las ocho?

Yo negué muchas veces con la cabeza ㅡtenía esa puñetera manía, quiero decir, nadie te está viendo, estúpidaㅡ y el señor Kim carraspeó al otro lado de la línea.

- A-ah, p-perdón... -Permanecí en silencio y tosí un par de veces mal fingidas-. He pillado algo... un resfriado. Creo que no...

Cerré fuerte los ojos mientras mordía con fuerza mi labio, esperando que se tragase la mentira que acababa de intentar colarle.

Silencio.

Joder, odiaba que hiciese eso.

- Te crees que soy gilipollas. -Dijo al fin tras medio minuto.

- ¡Claro que no!

- Vaya, ya te has recuperado del catarro que hasta gritas y todo.

Abrí la boca y la cerré al instante mientras me daba un golpe en la cara con la mano.

¿He mencionado alguna vez lo torpe que era?

Ambos no dijimos nada por un largo rato. Él esperaba que yo hablase y yo sabía que él quería que lo hiciese.

- Tengo la regla... -Murmuré con un hilo de voz antes de empezar a enrojecer tanto que hasta sentí calor en las mejillas.

Silencio otra vez.

No. Hagas. Eso.

- ¿Y?

- ¿Cómo que "¿Y?"? -Me mordí la lengua antes de que se me escapase algún insulto y respiré hondo-. No voy a hacer nada con la regla. No quiero. Qué asco.

Se oyó algo parecido a una carcajada suave al otro lado de la línea, lo que me hizo fruncir el ceño antes de que una sonrisa inconsciente escapase de mis labios.

- ¿De qué te ríes...?

- De ti.

Alcé las cejas y parpadeé varias veces sin saber cómo tomarme aquello.

- Bueno, abre la puerta.

- No.

- ¿Por qué no?

- Porque me vas a follar con la regla y no quiero.

- Abre la puerta.

Su tono había cambiado por completo. Esta vez era una orden que yo debía acatar si no quería las llamadas "consecuencias" que nunca, por aquel entonces, me atreví a preguntar cuales eran.

Salí del cuarto despacio y observé la entrada sin decir ni una palabra.

- Sé que estás sola. Abre la puerta.

No hice ni un movimiento durante nos segundos, sin embargo terminé por obedecerle.

Creyendo que enseguida se me echaría encima, dejé el móvil en la mesilla tras colgar la llamada y puse mis manos a modo de barrera entre él y yo. El señor Kim frunció el ceño.

- Pero qué haces...

Miré a un lado y a otro mientras me sonrojaba y solté un carraspeo, bajando mis brazos. Mis ojos se abrieron con sorpresa al descubrirle vestido con una sudadera gris o unos vaqueros, ropa que le hacía parecer más joven de lo que en realidad era ㅡcosa que descubriría tiempo despuésㅡ.

- ¿Esto es una... cámara oculta...? -Susurré como con miedo de que mis palabras, si las decía demasiado altas, formasen una hecatombe al otro lado del universo como el efecto mariposa.

- Cállate y explícame eso de la regla. -Con tranquilidad, dirigió la vista a ambos lados de la calle antes de entrar en mi casa.

Cerré la puerta y me apoyé en ella.

- Cada veintiocho días el cuerpo de una muje...

- No te hagas la graciosa. -Me fulminó con la mirada, cosa que hizo que me estremeciese.

De mis cuerdas vocales salieron varios tartamudeos antes de tragar saliva.

-No voy a hacer nada con la r-regla...

- ¿Tu boca también tiene la regla?

Abrí la susodicha con asombro ante su respuesta.

Silencio.

Esta vez no quería ser yo la que dijese algo.

Por desgracia, si no lo hacía yo, nadie lo haría.

- Señor Kim...

- Mira, está bien. Me quedaré aquí hasta que se te pase... eso. Si me apetece que me la chupes, lo harás. Aunque sean las cuatro de la mañana. No te pago para que tengas la regla.

Permanecí callada y bajé la mirada asintiendo sin ganas. Después de lo ocurrido aquel día en el hotel, lo último de lo que tenía ganas era de comenzar otra discusión con él.

- Mi amiga... Mi amiga se ha ido de viaje a Busán unas semanas... ¿De verdad vas a quedarte?

- Estaré hasta que pueda follarte, y lo haré tan fuerte como días tardes en dejar de sangrar.

Ese tío cada día me daba más miedo.

En aquel instante creí que al cabo de las diecinueve semanas aparecería muerta como una víctima de un Jack el Destripador en versión moderna.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y le llevé hasta el salón.

- Tú entonces duerme aquí, y no toques nada... Tampoco robes nad... -Me callé de golpe al darme cuenta de que lo más valioso que había en la casa era aquella televisión vieja de segunda mano por cuarenta dólares-. Me voy a la cama...

No tenía la menor idea de por qué quería quedarse, pero dudaba que fuese por la simple necesidad de sexo a la última gota de sangre salida de mi coño.

Quizás sí tenía algo que ver con un Jack en versión moderna.

Aquel pensamiento hizo que cerrase la puerta de mi cuarto con el seguro. Fuera como fuese, decidí no confiar demasiado.

Básicamente y siendo sinceros; estaba acojonada.

White hips; 19.Where stories live. Discover now