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Pasaron los meses y comenzó el nuevo curso para la gente que debía finalizar sus estudios.

No accedí a la academia de ballet.

Aparte de la carencia de dinero, tampoco me veía con fuerzas ni ganas. Me dolía todo el cuerpo. Sentía cansancio generalizado. Me pesaba sonreír. Y, por mucho que me pudiese costar admitirlo, las lágrimas se desbordaban como si mi corazón se hubiese roto.

¿Se había roto realmente?

Boo se pasó todo el verano de fiesta en fiestaㅡsus asquerosas fiestas de viaje a las que yo tanto detestaba ir por su larga duración de semanasㅡ mientras yo me pasaba los días en aquella casa que, muy a mi pesar, me recordaba al señor Kim.

No existió día que no recordase algún instante de aquellas semanas incompletas. Tampoco quería salir a la calle y evitar aquellos recuerdos. Había llegado un momento en el que no era demasiado consciente de si eran los pensamientos recurrentes quienes no dejaban de insistir en mi mente o era yo quién los perseguía.

Si mis pies tocaban el asfalto de la acera, mis pasos me llevaban hasta aquel hotel. Siempre. Aunque quisiese evitarlo.

¿Me estaba volviendo loca?

Llegó Septiembre.

Boo entró en casa arrastrando su grande maleta y su amplia sonrisa, que irradiaba esa luz y esa calidez que tanto detestaba ver desde aquella mirada fría del señor Kim.

- SIEMPRE QUE VENGO ESTÁS AHÍ TIRADA. -Gritó divertida antes de tirarse sobre mí.

Las primeras semanas fingí que haber roto aquel maldito contrato me había hecho libre y feliz para que me dejase en paz, pero sonreír ante el espejo todas las mañanas dolía más que tumbarse en el sofá y estar hasta demasiado cansada para matar a alguien.

Mi compañera de piso soltó un suspiro y se sentó en el hueco libre que quedaba en el asiento dónde mi cuerpo había yacido tanto tiempo que podrían haber pasado años.

- Te dije que te destrozaría la vida.

No contesté a ese comentario porque cada palabra que me recordaba al señor Kim se clavaba en mi pecho en forma de cristales ardiendo.

- En fin... Trata de olvidarlo y ya está, ¿hm?

Durante aquel verano escuché aquella canción continuamente. Repase la letra una y otra y otra y otra y otra y otra vez.

- Las cosas pasan con el tiempo, boh. Tú tranquila, Ren.

Y cada vez que la letra era procesada por mi cerebro mustio y cansado, algo nuevo se abría en él.

- Además es un tío muy raro... Las cosas que le gustan son raras. -Hizo una mueca y a continuación alzó las cejas al ver que me incorporaba.

Levanté mi cuerpo del sofá y aparté el cabello de mi rostro antes de observar la piel bronceada y despreocupada de Boo.

- Tú no le conoces... -Dije con la voz que me quedaba después de tanto tiempo de silencio.

Ella se puso a mi altura con el ceño fruncido, bastante molesta.

- ¿Acaso te crees que conoces a ese puto monstruo? Ya han pasado meses, Renee. Madura, sal, ábrete, pasa de eso, ya está, se terminó, no tienes que pensar en ello porque ya no te hará más daño.

Aquello hizo que de mis labios brotase una sonrisa cansada. Ya no me hará más daño. Esa era la diferencia entre ella y yo. Entre las demás y yo. ¿Cierto, señor Kim? Yo disfrutaba con ese daño. Me gustaba. Sin embargo, fue el dolor que ellas superaron el que a mí me destrozó. El interno, el objetivo, el que solo uno siente y no se pasa porque te digan cuatro palabras bonitas. Ese dolor es peor que la muerte. Con la muerte te mueres, no sientes, realmente se terminó. Con esto es como la agonía constante de saber que él está ahí, en otra habitación de hotel con otra mujer que le llamará monstruo.

Y él las necesita para descargar ese odio. Ese hombre no es más que odio puro hacia sí mismo. Sin embargo, ¿quién lo puede sospechar? Con lo guapo y elegante que es.

Cómo va a sentirse solo un hombre así si puede tener a quién quiera, ¿cierto?

Sin embargo la canción, aquella canción, no habla más de otra persona que de él. Necesita tener a alguien, hacer que esa persona le quiera, y luego destrozarle el corazón al no poder amarla.

Vaya vida de mierda.

- Creo que me voy a ir un tiempo, Boo. -Encogí mis pesados hombros en medio de un suspiro.

- ¿Adónde?

Me giré hacia mi cuarto haciendo un gesto de indiferencia y entré para comenzar a recoger.

¿Adónde podría ir?

Por un momento deseé que esto sí fuese una película, una simple historia en la que ambos protagonistas terminan juntos y felices en su propio dolor mutuo. En la que la chica se va y el chico corre tras ella. En la que la coge y la besa, se la lleva y dejan paso a los créditos, a los títulos finales, al nombre del director y los actores.

Pero, como el señor Kim decía, esto es la vida real.

La vida real duele y no se pasa con un simple "corten" y vuelta a grabar.

Recogí todo lo que tenía que recoger antes de salir de mi habitación. Boo me observaba desde un lado de la entrada, de brazos cruzados.

- No tienes por qué irte...

- Creo que será mejor así. -Mostré una sonrisa ladeada-. Quiero decir, necesito irme y... no sé, buscar trabajo en otro lado, un piso... En fin, no sé. Te llamaré.

Tras un par de minutos de despedida, Booyoung llorando y yo con el brillo apagado de mis ojos cansados, la puerta se cerró detrás de mí y, ya subida en el autobús un par de horas después, observé a mi alrededor la ciudad de Seúl por última vez.

21 de Septiembre.

Semana número 19.

Adiós, oppa...

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:(
Falta el epílogo, aún no os vayáis de la historia :(

White hips; 19.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora