XIII

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Tres semanas después la chica estaba totalmente recuperada.
La final estaba cada vez más cerca. En total quedaban veintitrés personas vivas, y por lo que habían dicho los dioses, cuando quedarán veinte sería el "evento", si se le podía llamar evento a una masacre.

Desde que se había recuperado con totalidad había entrenando arduamente con su equipo sin parar. Era sabido por todos que Shadoune y Spreen eran los mejores en la pelea cuerpo a cuerpo, y gracias a su ayuda cada vez mejoraba más.

En la casa todo había quedado raro luego de la pérdida de Missa. Rubius y Quackity se habían distanciado del resto del grupo, yéndose a pasar el rato con otras personas del los otros bandos, Anh casi no hablaba nuevamente y Spreen tenía un humor mucho peor a lo normal.
Shadoune intentaba ser una unión entre el grupo, pero cada vez le costaba más.

En ese momento todos estaban haciendo sus cosas mientras el francés y Anh entrenaban.
Por mucho era más ágil y veloz él, pero ante ella no daba su cien por ciento, llegando a un nivel bastante parejo.

—Anh por dios. Estoy muerto y ya casi es de noche, por favor vayamos a la casa.— Ella negó con la cabeza y se puso en posición de guardia. No había pasado un día que no se hubiera replanteado el hecho de que si hubiese sido más fuerte, tal vez su compañero seguiría con ellos.

—Yo no voy a seguir.— Tiró su espada de madera al piso y levantó ambas manos. —Me voy adentro, ven conmigo por favor.— Ella lo observó unos segundos y se fue a la zona de entrenamiento individual, dejando al pelirrojo sólo en la plataforma.

Nadie se interpondrá en su propósito, ni siquiera el posible amor de su vida. Luego de esa noche en la que hablaron ambos mantuvieron distancia, querían evitar cualquier conflicto con Spreen.

En silencio, Shadoune entró en la casa, quedando ella sola en el exterior.
Ambos fingían que no les dolía estar distanciados, pero por dentro era la peor de las torturas. Los dos sabían que el amor no iba a traer nada bueno, no hasta que todo esto acabase.

Comenzó a golpear un maniquí hecho a mano una y otra vez con la espada. Estaba agotada, había entrenado casi todo el día, pero no se quería detener, no podía hacerlo.
Si no hacía nada, sentía que se volvería loca.

Podía sentir la sangre deslizarse por sus brazos, pero detenerse no era una opción.
Seguía golpeando hasta que algo retiene su arma. Voltea y se encuentra unos ojos juzgandola, detrás de unos lentes.

—¿Podes parar? Este show no va a llegar a nada.— Le quitó bruscamente la espada, haciendo que un ardor recorriera todas sus manos.

—Si esto lo haces para mejorar, para protegerte o proteger a alguien más, debilitándote no lo vas a lograr. En estas condiciones sos inútil.— Sacó un pañuelo de uno de sus bolsillos y se lo ofreció. —Andá a adentro y curate. Si eso se llega a infectar cagaste.—

Ella le quitó el pañuelo de forma brusca y se metió en la casa.
El pelinegro suspiró, levantando la mirada hacia el hermoso atardecer que se estaba formando.

—Cuanta falta nos haces. ¿Quién iba a pensar que la unión de este grupo eras vos?— Se quitó los lentos y se sentó en el suelo, hasta que los colores del cielo desaparecieron, volviéndose simplemente oscuridad.

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Al otro día era una mañana normal. Rubius dormía, Quackity había salido con Roier, Spreen cocinaba en la sala de hornos y Shadoune estaba con Anh en la sala de estar. Él ordenaba unos cofres mientras ella miraba por la ventana.

Él la observaba continuamente. Había notado las vendas en sus manos, pero le daba miedo preguntar, cada vez que intentaba hablar con ella sobre algo en específico terminaba en discusión.

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