6 | La lista

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6 | La lista


Maeve

—Con una condición.

—Buenos días a ti también. —En los labios de Connor aparece una sonrisa que me hace sospechar que él ya sabía que vendría a buscarlo—. Te escucho.

Estamos sentados en la mesa alta de pared que hay en la tienda, justo en el mismo ligar en el que hace dos días me propuso ese trato absurdo que yo tenía claro que no iba a aceptar. Me parece irónico que, al final, hoy vayamos a tener esta conversación aquí. O puede que no sea irónico en absoluto. Puede que lo haya hecho aposta y lleve esperándome toda la mañana.

Ser retorcido.

Cojo aire. Puedo con esto.

—Si vamos a hacerlo, será con mis reglas.

—Solo para asegurarme... —Inclina ligeramente la cabeza—. ¿A qué te refieres, exactamente?

Estoy convencida de que lo odio.

—A tu lista.

—Vaya, ahora sí que estoy interesado. —Su sonrisa crece más. Se echa hacia atrás en la silla sin quitarme los ojos de encima—. Cuéntame, ¿qué ideas malévolas han pasado por esa cabecita tuya?

Una vez más, mi lado sensato me advierte de que esto, la lista, o lo que sea que vaya a hacer con él, es una malísima idea. Debería ser inteligente y dejar pasar el tema. Sin embargo, desde anoche no me libro del pensamiento de que tengo que hacerlo. Ahora, frente a ese lado racional, hay otro que está cobrando fuerza, y es ese que sabe que estoy renunciando a mi vida solo para esconderme en mi zona de confort.

Ese que vio la aurora boreal anoche y se dio cuenta de que, si hubiera seguido dándole largas a Connor, me la habría perdido.

El que descubrió que a mamá le gustaba la fotografía y recordó que he estado años renunciado a esa pasión por miedo a las opiniones de mi padre.

El que siente verdadero terror cada vez que pienso en Mike y en la vida que él quería para nosotros.

Ya no soy la chica que era en Florida.

Y el primer paso para demostrármelo es este.

—Nada ilegal. —Decido ir directa a la primera condición. Connor enarca una ceja—. En tu parte de la lista —aclaro—. No puede haber nada ilegal. No he venido a Finlandia para acabar en la cárcel.

—¿Sabes? Le quitas toda la diversión al asunto.

—Si eso es lo que crees, tendrás que buscarte a otra para hacer esto.

Le sostengo la mirada para demostrarle que voy en serio. A pesar de que le estoy llevando la contraria, me parece ver cierto brillo de satisfacción en sus ojos. Supongo que se debe a que, pese a mis exigencias, estoy un paso más cerca de hacer esta dichosa lista con él. O puede que le guste discutir conmigo y ya está.

Sea como sea, inclina la cabeza y pregunta:

—¿Cuál es la segunda condición?

Estoy a punto de contestar cuando otra persona entra en la sala. Había olvidado que no estábamos solos.

—Connor, ¿te importa encargarte de la tienda durante el resto de la mañana? Tengo que salir a hacer unos recados. —John sale de la trastienda y deja una pesada caja sobre el mostrador. Al verme aquí sentada con su hijo, me saluda con la cabeza—. Hei, Maeve. Qué bien que estés aquí. Seguro que Connor apreciará tu ayuda. Hacedme el favor de colocar todo esto. —Se dirige a la puerta, no sin antes mirarnos por última vez—. Henrik se pasará por aquí en un raro para recoger un pedido. Aseguraos de que no falta nada. Nos vemos a la hora del almuerzo.

Todos los lugares que mantuvimos en secreto | 31/01 EN LIBRERÍAS Where stories live. Discover now