20 | La lista de Connor

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espero que disfrutéis del capítulo :) Muchas gracias por todo el apoyo, os quiero, muak.


20 | La lista de Connor

Maeve

—No sé si me molesta más que los finlandeses tengan tantos términos para referirse a la nieve o que yo tenga que aprendérmelos todos —refunfuña Nora dos semanas más tarde, mientras salimos del aula de finés de la academia—. En serio, ¿qué sentido tiene? ¿No puedo decir que está nevando a secas?

Reprimo la sonrisa, aunque no podría estar más de acuerdo con ella. Al final, después de mucho insistirle, ha acabado apuntándose conmigo a clase de finés, y estoy bastante convencida de que ya está arrepintiéndose de su decisión. De primeras, cuando le comenté la idea, me dijo, y cito, que «nadie pasaría más tiempo dentro de esa dichosa academia por decisión propia». Después tuvo una especie de sueño premonitorio y cambió radicalmente de idea. He decidido que voy a dejar de intentar descifrar cómo funciona el cerebro de Nora, y que simplemente voy a respetarla y a quererla tal y como es.

El caso es que se ha apuntado conmigo a clases y que ahora, tres veces por semana, la recojo del aula donde ella imparte lecciones de inglés y cruzamos juntas el pasillo para entrar en la última sesión de finés de la tarde. El profesor es un hombre veterano con gafas que insiste en que lo llamemos por su apellido y parece empeñado a amargar la existencia de todos sus alumnos.

Con todo esto, en mis primeras seis clases he aprendido que:


1. El idioma no tiene sentido. No encuentro un orden en la formación de palabras. No veo un patrón a la hora de construir frases.

2. Hyvää päivää significa «buenos días», hyvää yötä es «buenas noches» y revontulet es «aurora boreal» (todo esto ya lo sabía, pero he decidido añadirlo a la lista para no sentir que mi trabajo en las clases ha sido completamente inútil).

3. Como ha mencionado Nora, los finlandeses tienen una cantidad indecente de términos para hablar sobre la nieve: uno para el aguanieve, otro para la nieve mezclada con barro, otro para la fina capa de nieve que se forma sobre el suelo, otro por si esa fina capa es suficiente para esquiar.  Ya no es que me vaya a costar aprenderme tantas palabras en finés, es que dudo que vaya a ser capaz de diferenciar un tipo de nieve de otro. Para mí es todo lo mismo. Nieve. Blanca, fría y aburrida. Sin más.


—Supongo que, cuando vives en un país en donde nieva la mayor parte del año, uno necesita volverse más específico —le digo a Nora, porque, aunque a mí me parezca absurdo, seguro que los finlandeses tienen todo este exceso de vocabulario muy normalizado—. ¿Has vivido el invierno finlandés alguna vez?

—Llegué el año pasado, así que solo una. Es tan horrible como te imaginas. En España los días también son más cortos en invierno, pero aquí eso llega a otro nivel. Pasar tanto tiempo encerrado en casa y sin ver sol acaba pasándote factura.

Entiendo a lo que se refiere porque Connor me lo ha explicado en alguna ocasión. Últimamente tenemos varios piques respecto a lo preocupante que es que tenga tan atrofiado el termómetro corporal. Juraría que no lo he visto tener frío nunca. En cambio, yo soy tan susceptible a las temperaturas que a veces bromea diciéndome que me convertiré en un cubito de hielo cuando llegue el invierno. Al principio me defendía, ingenua de mí, alegando que ya había vivido el invierno finés, porque llegué aquí en abril, cuando todavía nevaba y hacía frío y apenas veíamos el sol. Él me aseguró que eso no es nada comparado con los meses anteriores. En diciembre, por ejemplo, amanece a las nueve y anochece a las tres. Hay apenas unas seis horas de luz al día. Casi nunca deja de nevar. Febrero es el mes más frío del año y llegan a estar a incluso ocho grados bajo cero. Tiemblo solo de pensarlo.

Todos los lugares que mantuvimos en secreto | 31/01 EN LIBRERÍAS Where stories live. Discover now