18 | Adorarte

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¿quién echaba de menos a Maeve y a Connor?

feliz día del lector, amigas. Disfrutad del capítulo <3


18 | Adorarte

Connor

A la mañana siguiente, me despierto con las piernas de Maeve enredadas entre las mías.

Bostezo, adormilado. No tengo ni idea de qué hora es, pero no debe de ser muy temprano, porque fuera oigo el suave murmullo de la casa ya en marcha. Los rayos de sol se cuelan por la ventana y crean sombras en la pared. A mi lado, Maeve sigue profundamente dormida. Tiene la cabeza sobre mi hombro y el brazo estirado sobre mi estómago. Su pelo oscuro se desperdiga en ondas sobre la almohada. Me estiro, porque noto los músculos engarrotados, y, al notar que me muevo debajo de ella, Maeve gruñe bajito y se arrima más a mí. Una sonrisa perezosa tira de mis comisuras. No recuerdo que nos durmiéramos en esta posición, por lo que tiene que haberse acercado en algún momento durante la noche. Quién iba a decir que fuera a ser tan cariñosa.

Utilizo la mano que tengo detrás de ella para acariciarle el pelo. Luego me lo pienso mejor y la meto por debajo de su camiseta. De mi camiseta. Abro los dedos sobre su espalda para abarcarla entera. Me encanta esta chica. Todo en ella me parece sexy a más no poder. Sus labios carnosos. El delicado camino de pecas que puebla su nariz. El lunar que descubrí anoche en su hombro. No me entra en la cabeza que una mujer así pueda llegar a dudar de que es espectacular. Yo podría quedarme mirándola embobado durante horas.

Bajo un poco más, hasta el lateral de su cadera. Está helada, por lo que tiro de la sábana para taparla. Eso, junto a los pasos que se oyen al otro lado de la puerta, hace que Maeve se revuelva en sueños.

—Buenos días —susurro cuando, al cabo de un rato, por fin abre los ojos. Me sorprende lo ronca que me sale la voz.

En un primer momento, parece algo desorientada. Suelta un bostezo y todo su rostro se arruga cuando frunce el ceño. Después se percata de la postura en la que estamos. Da un respingo y se aparta a toda prisa.

—Mierda, lo siento. Me muevo mucho mientras duermo. No pretendía...

—No seas tonta. No me molesta. —Para darle más énfasis, la agarro de la muñeca y tiro de ella para que vuelva a tumbarse sobre mí. Maeve obedece, aunque todavía leo la duda en sus ojos—. No sé si te lo he dicho alguna vez, pero una de mis fantasías siempre ha sido que una chica guapa me aborde mientras duermo.

—Eres un imbécil. —Pero ahora parece mucho más relajada, y es lo único que necesito para cantar victoria.

Mike era un capullo. Uno que no supo aprovechar su oportunidad.

Y, por desgracia para él, yo no pienso desperdiciar la mía.

—Es parte de mi encanto.

—Si tú lo dices.

Vuelve a acurrucarse contra mí, esta vez sin ni una pizca de timidez, y yo me recoloco para que esté más cómoda y espero a sentir esos nervios desagradables en el estómago. Espero que el corazón se me acelere solo por tenerla cerca. Pero no ocurre. Todo lo que siento es calma. Paz. Como si ya hubiéramos hecho esto muchas veces antes. O como si, de alguna forma, mi cuerpo supiera que estoy en el lugar correcto. Que aquí no hay nada de lo que uno deba preocuparse.

Deslizo los dedos hasta la suave curva de su estómago. Mientras tanto, Maeve sigue en silencio, como si estuviera dándole vueltas a algo.

—¿En qué piensas?

Todos los lugares que mantuvimos en secreto | 31/01 EN LIBRERÍAS Where stories live. Discover now