CAPÍTULO 1

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FLASHBACK (Día en el que Simon deja a Wilhelm)

-Ya hemos llegado a donde usted deseaba joven alteza.-dijo Asgard, uno de los guardaespaldas personales del príncipe Wilhelm.

Wilhelm levantó la vista, su playa favorita desde que era niño se veía desde la ventana de aquel Cadillac Escalade que lo trajo hasta allí. Era la playa a la que solía ir con Marie, su niñera y segunda madre, pasaba horas jugando con la arena, chutando el balón o bañándose en el agua. A Wilhelm le flipaban las olas, sobre todo las de esa playa, porque era "su playa" como él la llamaba cuando era niño. El color de la arena y el azul claro del cielo hacían contraste entre sí, y las aguas estaban todo lo calmadas que el joven heredero no estaba.

Wilhelm abrió la puerta bruscamente, salió y la cerró de un portazo. Estaba cabreado, frustrado por todo lo que había sucedido en las últimas 12 horas. Camino hasta la arena observando lo poco interesante que era el suelo, y al llegar se sentó en el suelo y se quitó los zapatos de marca y calcetines caros con rabia. Los lanzó a cualquier lugar, sin importar donde caían. La playa estaba vacía, era una zona poco concurrida, por eso en momentos de tensión solía elegirla como su lugar seguro.

Ando unos metros hacia el mar y se giró bruscamente al oír pasos detrás suyo.

-¿Es que no me podéis dejar ni un minuto solo? ¡Que no hay nadie en la playa joder, dejarme respirar!- Gritó con angustia hacia los guardaespaldas que lo seguían.

Estaba cansado, cansado de todo: la realeza, aparentar, los guardaespaldas, los niños pijos de Hillerska, su familia... Wilhelm había llegado a un nivel de frustración en el que estaba apunto de desbordarse, cosa que no se podía permitir porque ahora era el nuevo heredero al trono. Todo dolía, y por mucho que había tratado de evitar el dolor, sentía que le perseguía.

Él siguió caminando hasta la orilla y se apoyó en una roca que sobresalía del mar, con el agua por los tobillos. Los guardaespaldas se quedaron atrás, siguiendo las órdenes del joven rey. El agua fría en sus pies lo hizo estremecerse, miro el horizonte, pensativo, intentando digerir las palabras de Simon: "Tu siempre esperas que todo se adapte a tus condiciones" "No puedo ser el secreto de nadie". Las frases resonaban en su cabeza, tan solo una media hora atrás Simon había roto lo que tenían entre los dos, le había dejado el corazón hecho pedazos, porque ya sabéis, los amores adolescentes son intensos.

Wilhelm sentía un dolor desgarrador en el pecho, una angustia que ni siquiera él entendía. Sentía impotencia, porque no había sido una traición la que los había roto, era que el amor no había sido lo suficientemente fuerte como para que sobreviviese a las duras condiciones que sufrían los chicos. Y eso era aún más doloroso, porque se querían, la llama seguía ahí, pero por circunstancias de la vida que elegían vivir, sus caminos se tenían que separar ahora.

Se mantenía serio, pensativo, sin saber lo que hacer ni lo que sentir, cómo ordenar sus pensamientos, como hacer para no sentirse derrotado después de la muerte de su hermano y la pérdida de Simon. No entendía cómo en cuestión de horas pasó de tener a Simon en sus brazos a sentirlo tan lejos. Se sentía insuficiente, como si Simon le hubiera robado una parte de su ahora roto corazón. El amor que sentía era fuerte, tan fuerte como el nudo en su garganta en ese instante.

Era pronto para decir que nunca volverían a estar juntos. Pero aquello pareció una despedida para siempre. Obviamente vería a Simon en Hillerska, pero no sería igual que como cuando estaba con él, no habría emociones, no habría miradas, no habría sonrisas de amor, que para Wilhelm era la parte más bonita de Simon, lo que compartían, todos los momentos juntos solo tenían sentido cuando había amor de por medio.

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