CAPÍTULO 10

194 18 10
                                    


PRESENTE

-Joder, joder. ¿Dónde coño puede estar?- Dijo Wilhelm sacando prendas desesperadamente de su armario una a una y lanzándolas al suelo. -Piensa Wilhelm, piensa.

Las prendas volaban por la habitación tan rápido como la mente de Wilhelm pensaba dónde lo escondió. La habitación estaba hecha un desastre, ya que había revisado los cajones de su escritorio y su tocador con la misma estrategia que estaba utilizando con su armario, lanzarlo todo por los aires. Y no, Wilhelm era rico pero aunque tuviera una criada que luego limpiará aquel desastre, sus padres lo obligaban a ser él mismo quien arreglaba los percales que montaba. Pero en ese momento le daba igual, encontrar aquello era mucho más importante.

Recordaba haberlo metido en un sobre morado pastel, perfectamente doblado. Pero la parte de donde lo había escondido la tenía borrosa. Pero claro, esa información era como no tener nada.

Siguió rebuscando sin cesar, y cuando terminó de sacar toda la ropa de su armario, desesperado, se levantó y se tiró hacia atrás en la cama. Se agarró fuerte del pelo, echándolo hacia atrás y suspirando fuertemente. En ese mismo instante no podía maldecir más ser el heredero de Suecia, si no fuera alguien importante no tendría que preocuparse por esconder cosas que lo delataran. Solo tendría que esconder las cosas de sus padres, y si los pillaban al menos solo eran sus padres, no estaría en peligro de que toda Suecia se enterase de que era gay. Porque claro, en aquella casa vivían sirvientas, y no, no podían enterarse, porque desde bien pequeño lo enseñaron que no hay que fiarse de nadie, y menos de alguien a quien le darían gran cantidad de dinero por una prueba de que el príncipe era homosexual.

-¿Si fuera yo dónde escondería el sobre? Piensa como tu yo pasado, Wilhelm...-Se susurraba a sí mismo haciendo el mejor trabajo que podía en recordar.

Pensó y pensó, tratando de encontrar, y cuando estaba a punto de rendirse recordó a un pequeño Wilhelm, con unos cascos amarillos de obra puestos, agarrando un martillo con sus dos manos, que a la vez estaba sujeto por las dos manos de su hermano mayor Erik. "Mira Wille, tu solo dale un golpe duro pero seco. Yo te ayudo. 3,2,1..." Recordó como su hermano, que por aquel entonces tenía 8 años, sonrió al ver como habían golpeado un ladrillo del baño que iba a ser de Wilhelm y habían hecho un hueco en él. La casa real por aquel entonces estaba en construcción por lo que no era raro escuchar ruidos de obra. Recordó chocar los cinco con su hermano, y la voz de niño de Erik diciéndole "Este será nuestro sitio secreto Wilhelm, aquí podrás guardar lo que sea sin que nadie lo encuentre, utilízalo con astucia porque es un agujero pequeño. Yo me encargaré de hacer una especie de tapa que se pueda abrir sin que se note la diferencia. Luego pondrán azulejo y quedará perfecto." Erik le sonrió mirándole a los ojos, y le revolvió el pelo al Wilhelm de 5 años.

Wilhelm salió de ese recuerdo y se percató del dolor de mejillas que tenía de sonreír. Pero sabía que no era una sonrisa tan solo de alegría, que detrás de esa máscara estaba la honesta sonrisa de dolor, de tristeza, de un corazón roto. Echaba demasiado de menos a Erik, habían estado tan unidos que ahora vivir sin él parecía un camino que no quería recorrer, del que se había cansado. Hasta el más vago respiro dolía.

Se levantó de la cama de un salto después de sacudir su cabeza para despertar de aquel recuerdo tan punzante. Y se dirigió al cuarto de baño que tenía conectado a su habitación. Entró y cerró la puerta detrás suyo con pestillo. Fue directo hacia la bañera, se metió, y corrió la cortina, no quería que nadie lo pillase, más valía prevenir que curar. Empujo la baldosa adecuada, fila 10 empezando verticalmente por abajo y fila 4 empezando horizontalmente desde la izquierda. Empujo suavemente la baldosa hacia dentro y esta se abrió hacia arriba.

Runaway | Young RoyalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora