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alfredo guzmán bajó de su preciada land rover defender v8 color negra, poniéndose sus lentes de sol y su gorra negra, regalo de su padre. se recargó en la puerta del auto mientras esperaba que aura saliera de su casa, había dicho minutos atrás que ya estaba lista.
llevaba en los asientos traseros lo que la chica amablemente le había pedido buscar, fue algo difícil, pues alfredo no sabía nada sobre artículos de mujeres, pero se las ingenió para conseguirlas. o más bien néstor, quien lo acompañó en su momento de locura.
la castaña le pediría disculpas a su amiga, había dejado pasar unos días, a petición del chapito. él había visto personalmente a perséfone y ella tampoco la estaba pasando muy bien, la conocía y, bueno, él sabía que aura también lo hacía. sin embargo, nunca es mal recibido un buen consejo. además que, por más raro que aquello sonara, iván también estaba participando ese pequeño plan.
aunque para archivaldo, aura no era muy de su agrado y prefería mantener su distancia; sabía lo mal que su chica lo estaba pasando.
aunque tratara de lucir bien ante ellos.
aura salió de su casa minutos más tarde, cerrando perfectamente bien las puertas de su hogar. y caminando velozmente hacia alfredo, quien la saludó con un pequeño beso en la mejilla. cada vez se hacían más cercanos, ahora era buenos amigos.
y eso le fascinaba a aura.
— ¿nos vamos? — él preguntó, recibiendo un asentamiento de parte de la chica.
rodeó el auto para abrir su puerta y ayudarla a subir, como siempre, siendo un total caballero. una vez estando dentro del coche, emprendieron su camino.
— ¿crees que salga todo bien?
— yo creo que saldrá perfecto. perséfone no es rencorosa, lo sabes.
— aún así tengo nervios.
soltó una risita, ¿había algo más bello que alfredo guzmán riendo? ¡no! no lo había.
— solo espero que el quino ya esté ahí.
— ¿el quino?
— iván. — aclaró.
— aah.
volvieron a guardar silencio. no había ni una pizca de incomodidad, eran dos personas disfrutando de su compañía.
aura se sintió intrigada por las múltiples camionetas que venían detrás de ellos, aún después de tener casi una vida de amistad con la menor de los zambada; aún no se acostumbraba a eso. alfredo logró notarlo y sin pensarlo dos veces habló a través de su radio.
— no se peguen tanto a mi camioneta, los quiero más dispersos.
— ¡entendido, patrón!
la chica notó este pequeño gesto y le regaló una sonrisa, parecía que alfredo guzmán era muy observador.
