10-¿quién eres reamente?, parte 2

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—tú también tienes muchas cosas que explicarme— Tobe se cruzó de brazos, esperando una explicación satisfactoria para él

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—tú también tienes muchas cosas que explicarme— Tobe se cruzó de brazos, esperando una explicación satisfactoria para él. —conoces a roja y nunca lo mencionaste, sabes lo mal que me sentí cuando me entere de que ella era tu amiga, que conocía mi identidad secreta y el peligro en el que pone cada una de las operaciones en las que nos hemos visto enfrascados en algunas batalla— suspiro pesadamente, lleno de resignación.

—no quería ocultarlo de ti por mucho tiempo— la nota fue extendida y puesta directamente en una de sus manos, lo que lo obligó a moverse. —si nada de esto hubiera pasado, me pregunto ¿cuánto tiempo más lo hubieras ocultado?— su vista rápidamente viajó de un punto a otro del claro —¡ninjas!-pronuncio, dejando de lado la conversación con la azabache. Sus hombres obedientemente se acercaron de inmediato.

—¡sí, amo!— Nero al frente de todos, hablo.

—levanten a los heridos y organiza la retirada de inmediato.

—Así será, señor— respondió el ninja, dejando sus palabras en el viento.

—no está en mis planes enojarme contigo, después de todo, no soy tan débil como para no saber defenderme si algo sale mal. En fin, lo único que puedo hacer es tener paciencia— suspiro, mucha paciencia era lo que necesitaba. La negociación con garu, había resultado mal, el muy tonto se había escapado y ni siquiera dejo la medicina por error. Una nueva oportunidad para escuchar la voz de su amada, se le resbaló de entre las manos.

—perdona— Pucca extensión otro papel, la culpabilidad crecía en su pecho, algo que no quería admitir en su totalidad, arrugo los labios y abrió la boca, como si las palabras se atoraran, la, cerro de nuevo y agacho los hombros, rendida, en verdad quería hablar con él.

Roja permaneció en la lejanía, observando al par de tortolos, iluminados bajó la luz de la luna, no podía negar que ambos se veían muy bien, pero su pecho dolía, con solo ver esa escena. Al fin conocía a alguien sumamente fuerte y no era para ella, —después de todo, una simple herramienta no puede ser amada y mucho menos puede amar— admiraba a Tobe en su corazón. Conocía la gran fuerza descomunal que escondía y sus tácticas en batalla, adoraba hacerlo enojar en las misiones y últimamente, cuando no estropeaba su trabajo, comenzaba a extrañar su profunda voz, regañándola y amenazándola. Sonrió por qué cada recuerdo, paso rápidamente por su cabeza —¿nos hemos divertido mucho?, ¿no, Tobe?

—¡podemos irnos!— declaró una de sus sobornadas. Ella asintió sin mediar palabras. El manchón rojo sangre, desaparecido del espacio, despejando en su totalidad aquel claro.

La noche paso rápidamente, Tobe y pucca caminaron bajo el cobijo de la noche, por los amplios caminos de terracería que llegaban a sooga, ella solo se limitó a seguirle el paso y mantener la mirada abajo, solo viendo el piso. Él caminó sin prisa, sabiendo que ella no podría caminar a su paso, su mirada fija en las estrellas, le indicaban en que lugar exactamente estaba parado. Mientras caminaban, el práctico su sentido de localización mediante las estrellas, algo que había aprendido, durante sus viajes en barco.

El viento fresco de la noche, removió los mechones de cabello de ambos y sus ropas, Pucca se estremeció por aquella corriente helada. Tobe lo noto y se quitó la túnica que traía puesta sobre su hanbok (vestimenta tradicional coreana.)

ella agradeció el gesto y volteo a verlo, conectando su mirada con la de él, esos ojos rasgados y azules le congelaban el alma, dejándola sin aliento. Pasaría días, horas, mese o años y nunca se cansaría de aquella sensación de peligro que emanaba de aquella vista, Tobe era un hombre muy apuesto, la mayoría de jóvenes que vivían en la aldea, se encontraban profundamente enamoradas de él y eso la ponía muy celosa.

Las conversaciones en la plaza, siempre eran en torno a él, lo bien que se veía, lo alto, apuesto y varonil que era. Un séquito de chicas se habían vuelto tan fanáticas de él, que, incluso, solía haber riñas por comparar a Tobe y Garu todo el tiempo, el equipo Tobe contra el equipo Garu, eran tan extremistas que terminaban peleando a golpes por ellos. Para colmo, su amiga Yuki, una chica que ya conocía de hacía bastante tiempo, era líder del equipo que apoyaba a Tobe, un gran grupo que ya se había extendido en las aldeas vecinas a sooga gracias ella, si no supiera el gran respeto que le tiene ese chico, creería que está profundamente enamorada de él.

—¿en qué piensas pucca?— Tobe la saco de sus pensamientos. Ella lo volteo a ver de nuevo y él ya se encontraba observando las estrellas otra vez.

—¿qué tanto vez en ellas?— le dio la nota, haciéndolo bajar la mirada.

Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, —¡son hermosas!— dijo —mi padre solía decirme que venía de una tierra, a la que solo las estrellas podían ayudarle a llegar, en la cual nacía el sol. En mi precoz imaginación infantil, suponía que era un hombre tan valiente y fuerte, que podía montar sobre ellas y ordenarles moverse a donde él quisiera tal y como los dioses lo hacían.

Pucca comenzó a reír por tal explicación, qué le dijera que fue un niño con una imaginación hiperactiva, le dio mucha riza, en definitiva, Tobe había conocido la calidez de un hogar amoroso, a diferencia de ella, que había sido una huérfana desde su nacimiento. La tristeza por ese pensar, se vio reflejada en su mirada, sus lágrimas se enlagunaron en sus ojos, partiéndole al joven, ver esa tristeza reflejada.

—creo que— se rascó la cabeza —es hora de que te cuente un poco de tus padres— la mirada de la azabache se iluminó. Desafortunadamente, el tiempo se les había acabado —bueno, será en otra ocasión, hemos llegado— señalo la gran puerta del restaurante. Esa puerta siempre le pareció muy exagerada, comparándola incluso con las puertas del palacio.

Ella negó y señalo la ventana, quería que Tobe entrara y comenzara a contar todo lo que sabía, no de en balde se llevaban cinco años de diferencia, ella a diferencia de él, era una inexperta en todos los sentidos. Y podía sentirlo por cada poro de su piel, una sensación rara de explicar.

Él sonrió de nuevo —bien— accedió —te veo haya arriba— dicho esto desapareció rápidamente de la vista de la joven, dejándola aún más sorprendida de sus habilidades.

—¡la noche aún es joven!— Tobe hablo para sí, sobre el tejado del restaurante —por fortuna es muy larga— sabía que la azabache no lo dejaría ir, hasta que le contara absolutamente todo lo que sabía y había hecho en sus viajes.

Pucca se asomó por la ventana, invitándolo a pasar, se sentó sobre la cama y le señalo el otro espacio vacío, indicándole que hiciera lo mismo, él obedeció sin rechistar, suspiro acomodo cada idea en su cabeza.

—¡todo empezó el mismo día en el que cumplí trece...!

Empezó a narrar su historia con lujo de detalles, una historia que los unía de mil maneras posibles...

Empezó a narrar su historia con lujo de detalles, una historia que los unía de mil maneras posibles

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El loto y el dragón. (tobecca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora