11.- viajé al pasado.

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Era 1856, la guerra azotaba el Reino y este se estaba quedando sin soldados que comandar

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Era 1856, la guerra azotaba el Reino y este se estaba quedando sin soldados que comandar. El emperador, en turno, tomo una estúpida decisión, de la cual años posteriores, sin saberlo, se arrepentirá...

Todo comenzó una mañana, en las profundidades del bosque de bambú, muy cerca de lo que delimita la aldea de Sooga. En una pequeña choza donde un joven alto de 1.65, tez un poco bronceada, quien recientemente acababa de cumplir 13 años de edad. Estando en plena pubertad, con un cuerpo delgado, lleno de cicatrices, algunas superficiales, otras profundas; la más notoria de todas ellas, su característica marca en el entrecejo. Esas marcas hacían notables sus años previos de entrenamiento; cada parte de su cuerpo se encontraba correctamente trabajada y tonificada. Su cabello negro, largo y sedoso, estaba agarrado en una cola de caballo. Algo ya muy característico en él.

Se vio interrumpido por un par de estudiantes ninjas, que entraron ante él, mostrando sus respetos. —¡Maestro Tobe!— el joven ninja que hablo, intentaba recobrar el alimento —¡una comitiva del ejército imperial está por entrar a la aldea!

El nombrado dejo de entrenar, puso el arma que traía entre sus manos en su lugar, tomo un trapo que tenía en el piso y procedió a cercarse el sudor.

—díganle a los demás, que nos vamos de inmediato a la aldea— hablo muy tranquilamente, mientras caminaba hacia ellos.

—¡como ordene jefesito!~ ambos chicos desaparecieron de la vista de Tobe. Por desgracia, uno de ellos no pudo hacer lo mismo que su compañero y cayó torpemente al suelo. Echo que el ninja mayor deseaba reprender, pero no podía. Tras lo informado no tenía tiempo para esas tonterías por el momento.

Así como sus hombres informaron al joven, él subió rápidamente por las escaleras a su habitación; se cambió el sucio y sudado uniforme de entrenamiento, se puso una yukata de negra seda de una exquisita calidad. Un enorme dragón bordado en hilos de oro, que atraía de inmediato la vista sobre su espalda, acompañado de un pequeño y delicado loto, bordado a la altura del pecho, justo enfrente del corazón. Acomodó su coleta, suspiró profunda y pesadamente. Pensando en que no quería usar esa ropa tan fina, pues no era desconocido para él, que se jugaría sus años de seguridad en el proceso, ni siquiera debía mostrarse así, frente a los demás aldeanos. Ahora se pondría en peligro y bajo la mira directa de sus enemigos. Suspiro profundo de nuevo, le guste o no, aquello será necesario y por un bien mayor. Así que sin una pizca de vacilación, salió de su guarida con un gran número de subordinados tras él...


En la entrada principal de la aldea de Sooga un grupo de diez personas, atravesó a paso presuroso las calles, portando estandartes e insignias imperiales, avanzando así hasta llegar a la plaza central.

—¡queremos hablar con el representante de la aldea!— dijo un hombre portando su vestimenta de soldado.

Rápidamente, la gente se juntó a su alrededor y los dueños del conocido Go-riong; un restaurante famoso en el lugar. Se presentaron ante ellos. —soy Ho Cheng y ellos también. Son Lin y Ling Cheng... son mis hermanos y los tres somos los representantes de la aldea, díganos... ¿Qué es lo que desean?

El loto y el dragón. (tobecca)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora