De héroes y monstruos

1.4K 137 9
                                    

Enfrentó vientos despiadados, infernales desiertos, escaló hasta el último cuarto de la torre más alta de un castillo custodiado por un feroz dragón.

Todo para llegar a ella, a la que estaba destinada desde que nacieron para convertirse en su esposa.

Desenvainó su espada cuando estuvo a punto de cruzar el umbral, avanzó despacio, hasta quitar las cortinas, donde una sorpresa lo esperaba.

—¿Princesa… Mina? —preguntó aterrado.

—¡Ugh!, ¡No! —gruñó el curioso ser que estaba sobre la cama.

—Ay, gracias al cielo —suspiró aliviado, bajando el arma—. ¿Y dónde está ella?

—En su luna de miel —respondió el hombre que dejó de prestarle atención para volver al libro que tenía entre sus manos.

—¡¿Luna de miel?!, ¡¿con quién?!

Una estruendosa risa fue su respuesta.

—Llegaste muy tarde principito, la princesa ya se enamoró del dragón —dijo el hombre entre carcajadas.

—¡¿Qué?!

—¡De verdad!, no te miento, se fueron hace semanas… Llegaste tarde, te quedaste sin princesa y sin reino, que mal por ti… —A pesar de su tono amable, su rostro aún mantenía esa sonrisa burlona.

Lo que aquel extraño ser no esperaba era que el príncipe soltara su arma, el escudo y que se quitara el yelmo. Ante sus brillantes ojos escarlata se rebeló el rostro del príncipe. Un joven apuesto, de facciones delicadas, piel tan suave como la porcelana y sonrosada como los frutos de los huertos, salpicada por pecas que se extendían por su mejillas. Su cabello corto era rizado, de brillante color verde.

—No tengo que casarme con ella…, no tengo que ser rey…, ni siquiera tengo porque regresar —suspiró el príncipe.

A pesar de lo crudas que sonaron sus palabras, una brillante sonrisa se instaló en su rostro.

—¿Enloqueciste?, ¿el viaje te dejó estúpido? —preguntó el extraño, provocando una risa del príncipe.

—Creo que sí enloquecí, pero estoy feliz, ahora soy libre —proclamó tirándose en la cama, junto a ese curioso ser—. No más príncipe Midoriya, ahora solo seré Izuku, el viajero.

—¿Qué clase de humano extraño eres tú?, ¿no quieres casarte con la princesita, no quieres ser rey, quieres dejar el oro por una vida complicada?

—Exactamente —afirmó feliz—. Hablando de personas extrañas… ¿Quién eres tú?

Su acompañante lo miró con seriedad, luego simplemente se encogió de hombros y habló:

—Mi nombre es Katsuki. Un estúpido rey me quitó mis tierras, si venía aquí y salvaba a la princesa me las devolvería, pero el estúpido dragón cambiaformas que me trajo se enamoró de la princesita; la cambiaformas de dragón que ya vivía aquí se enamoró del otro idiota que venía conmigo, ¡esos cabrones me dejaron solo en esta estúpida torre!

Mientras su acompañante hablaba, el príncipe no pudo evitar que su mirada se perdiera en los detalles de ese curioso hombre. En la extraña pigmentación de rojo oscuro de su piel, los cuernos que sobresalían de su cabello rubio. Tenía enormes garras que a él parecían no hacerle ningún daño. Sus ojos resaltaban por el color negro de su esclera, pero el brillante rojo de sus iris fue lo que lo cautivó.

—Eres un ogro… —masculló sin pensar.

El hombre guardó silencio, por el trato despreocupado del príncipe había olvidado que se suponía que ellos eran enemigos a muerte, un héroe y un monstruo. Pero la sonrisa amable del otro lo devolvió a una realidad idílica, una donde ese extraño príncipe no lo veía como un monstruo.

—Dígame señor Katsuki, ¿quiere bajar de aquí e ir a buscar a esos cabrones? —preguntó imitando su tono gruñón—. Quiero ver a mi amiga si es posible, felicitarla por su matrimonio, y de paso bajar de este horno, siento que la lava del volcán está derritiendo mi armadura.

—Será un placer, majestad —respondió el otro poniéndose de pie.

De esa forma, el príncipe pudo ver al ogro en todo su esplendor, los músculos de su espalda desnuda, y los casi dos metros que medía. Sintiéndose un hombre libre, se permitió vagar en las fantasías de las que huyó por años, esas en las que era él a quien los apuestos príncipes llevaban en corceles, aunque su acompañante no era un príncipe, le encantaría ser rescatado y amado por un hombre así.

—¿Vas a venir o prefieres ocupar el lugar de la princesita? —preguntó su acompañante.

—Solo si eres tú quien va a rescatarme —respondió sin pensar.

El ogro se detuvo en seco para mirarlo, lo estudió de arriba a abajo, mientras él seguía tendido en la cama.

—Hay que rescatar al príncipe encerrado en la torre. El hechizo se rompe con un beso de amor verdadero —continuó Izuku, acomodándose sobre la cama.

Estaba tomándose demasiadas libertades con el ogro, pero verlo tan nervioso, ocultando la mirada con sus palabras, le dió una pista de que no fue el único que sintió ese chispazo de emoción cuando sus ojos se encontraron por primera vez.

Cerró los ojos y esperó. La duda no lo alcanzó ni por un segundo, pues sintió la imponente presencia del ogro acercándose, hasta que cortó la distancia entre sus labios con un beso gentil.

—Eres un humano muy extraño —murmuró Katsuki contra sus labios.

—Y tú eres un caballero muy curioso —respondió cuando abrió los ojos.

Las manos del ogro se colaron debajo de él, en un instante estuvo muy lejos del suelo, luchando por aferrarse al cuello del ogro para no caer.

—Hora de irnos, príncipe, es un viaje largo de regreso…

—Ojalá pudiera venir por nosotros tu amigo dragón…

—Es un idiota… Además, creo que tendremos mucho tiempo para conocernos si vamos a pie…

—Lo que tú digas… señor ogro gruñón.

Bajaron de la torre y se perdieron entre la espesura del bosque, sin saber que su verdadero viaje apenas comenzaba.





.
.
.
Un día leí un fic basado en Shrek, por desgracia creo que Wattpad lo borró o algo así :( re sad pero bueno, aquí se hace lo que se puede

-D.K.

KatsuDeku [One-Shots]Where stories live. Discover now