Alfa

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Recientemente todo se había vuelto mucho más estresante. Se sentía tan cansada, siempre estaba de mal humor, era como si cada cosa a su alrededor se volviera simplemente insoportable. Como el maldito despertador, ni siquiera se molestó en contener su furia a esas horas de la mañana, simplemente arrojó esa cosa ruidosa contra el muro, y su habitación volvió a quedar en un agradable silencio.

Un par de horas después los gritos de sus hermanos la despertaron de nuevo. Su habitación (que compartía con su hermano menor) estaba junto a la de los más pequeños, Shiro y los gemelos Yuudai e Iku.

Enterró la cabeza en la almohada intentando dormir de nuevo, por un día podía fingir que estaba enferma para no ir a la escuela, pues no se sentía con muchos ánimos para ello.

—¿Entonces no vas a ir? —preguntó su hermano Hideki, desde su cama al otro lado de la habitación.

A veces olvidaba que esa extraña manía de su madre se le había pegado, murmuraba cosas que tenían que quedarse en su cabeza.

—Ya voy —respondió de mala gana, pero al fin levantándose.

Se dió un baño rápido, se vistió con lo más decente que encontró en su armario, ató su largo cabello rubio en una coleta y por fin bajó a desayunar.

Con cada paso que daba se arrepentía más de su decisión de salir de la cama, y buscaba formas de convencerse que ese examen de cálculo no era tan importante, con tal de volver a dormir. Fue así hasta que atravesó el umbral de la cocina, la recibieron los gritos y risas de sus hermanos pequeños, el aroma de los huevos fritos y el café, junto con las feromonas de su mamá, esas que siempre conseguían calmarla, aunque no pudiera descifrar un aroma específico, pues ella no tenía casta.

—Buenos días —saludó su madre, Izuku, desde la estufa donde cocinaba el desayuno.

—Buenos días —respondió de vuelta, sentándose junto a Hideki.

Ella y sus hermanos formaban una fila en la amplia mesa de la cocina. Ella iba en primer lugar; luego Hideki, Shiro, los gemelos y por último la más pequeña de la familia, Aki, quien apenas tenía tres años.

—Pensé que hoy no irías a la escuela. ¿Te quedaste dormida? —insistió su madre, volviendo a su prestar atención a los huevos fritos.

—Mi despertador se rompió.

Su hermano le dió una mirada incrédula, él estaba presente cuando el pobre aparato sufrió por culpa del enojo de su hermana mayor.

—Que mal, luego iremos a comprar otro… ¿Entonces ya no irás a la escuela?

—Quisiera no hacerlo, pero tengo un estúpido examen.

—¡Hey!

—Lo siento.

Hideki y Shiro rieron ante el regaño, Nat y su padre eran las dos personas más malhabladas que alguien pudiera conocer. Lo malo de ese asunto es que Aki aprendía rápido y las malas palabras se le pegaban fácil.

Se dejó caer en la mesa, decidida a descansar un poco más. Sabía que algo andaba mal, ese hormigueo constante por todo su cuerpo, la picazón y la incomodidad. Cuando su padre llegara del trabajo le pediría una consulta rápida sobre esos raros síntomas.

Su madre puso el plato frente a ella sacándola de sus pensamientos. Le regaló una sonrisa hermosa, de esas que solo su madre sabía dar, esas que calman el corazón de solo verlas.

Izuku se sentó frente a sus hijos y desayunó con ellos, tenían una media hora para desayunar, luego se encargaría de llevarlos a todos a sus respectivas escuelas.

KatsuDeku [One-Shots]Where stories live. Discover now