Por un latte | parte IV

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El lunes por la mañana, a las seis con treinta minutos, inexplicablemente Bakugo esperaba fuera del hogar de los Midoriya con el desayuno listo: un latte para él, un cappuchino para Izuku y algunos panecillos de chocolate para los tres.

En el edificio donde trabajaban los vieron llegar juntos, caminando tan animados entre charlas y risas, hasta que se hallaron en su departamento de la agencia.

Todas las miradas fueron hacia ellos, luego los gritos de emoción rompieron el monótono ambiente mañanero.

—¡Volvieron! —gritó Kirishima, quien llegó corriendo para cargar a Izuku y a Mahoro.

—¡Los extrañamos muchísimo! —gritó Toga a punto de estallar en lágrimas.

—Solo estuvieron ausentes una semana, no exageren… —habló Kyoka por lo bajo aunque tenía que admitir que también estaba feliz por tener a sus angelitos de vuelta.

Katsuki miraba la escena desde el umbral, sonriendo orgulloso, pues su necio alfa interior ya veía a Izuku y Mahoro como su familia, y estaba sumamente feliz por tener a dos precioso ángeles para alegrar sus mañanas.

El teléfono en el escritorio de Izuku recibió una llamada, con eso Kirishima por fin lo devolvió al suelo.

—Se acabó la bienvenida, vuelvan a trabajar —regañó Katsuki, yendo a su oficina.

Izuku respondió el teléfono, parecía que la rutina de la oficina volvería a ponerse en orden, pero el omega recibió una llamada importante.

—¡Kacchan! —gritó cuando colgó el teléfono—. ¡Hay una reunión urgente con los jefes de departamento, tienes que estar ahí en cinco minutos, noveno piso, corre!

—Mierda —gruñó Katsuki al salir de la oficina—. Toma las cosas de Mahoro, te necesito ahí conmigo.

—¿Para qué?

—El CEO seguro estará en la reunión y nos dejará mucho más trabajo Midoriya, tienes que ir —dijo Kirishima desde su sitio.

—Rayos —se quejó Izuku.

Tomó la maleta de Mahoro que acababa de dejar en su sitio y casi salió corriendo. Katsuki tomó los documentos importantes y corrió detrás de él.

—¡Ánimo Midoriya! —gritó Kirishima— ¡Buena suerte, Kacchan!

Todos en la oficina rieron y eso no escapó de los oídos del par de oficinistas que atravesaban el pasillo. Izuku casi se desmayaba de la vergüenza al notar que llamó a su jefe por ese apodo raro y ahora todos en la oficina lo sabían. Katsuki por otro lado estaba muerto de vergüenza, pero feliz, pues a Izuku se le había escapado lo de ser formal al hablarle, solo deseaba que eso sucediera con más frecuencia.

El alfa tomó la maleta de Mahoro y los documentos, para que Izuku pudiera correr a su ritmo mientras sostenía a Mahoro, porque ya iban tarde y aún tenían que correr por todo el noveno piso para llegar a la sala de juntas. La pobre pequeña solo pudo quejarse por los movimientos bruscos de su mamá, aún así no lloró, se mantuvo entretenida con todo lo que la rodeaba, especialmente con todas esas personas que le sonreían dulcemente al verla.

Llegaron a la sala de juntas jadeando, siendo recibidos por miradas curiosas. Fue solo cuando Izuku se sentó junto a Katsuki que uno de los colegas del alfa no pudo evitar preguntar:

—Esto es importante Bakugo, ¿es muy necesario que tu omega te acompañe?

—Él no es mi omega —respondió al instante—. Es mi secretario y necesito que escuche a lo que nos dedicaremos por el resto de la semana.

—Claro, y la niña te ayudará con las cuentas —habló una de las mujeres alfa del consejo, Kiruka.

La mayoría estalló en carcajadas por el comentario de esa mujer, casi todos excepto el primer alfa que habló, el CEO, Katsuki y el mismísimo Izuku.

KatsuDeku [One-Shots]Where stories live. Discover now