Por un latte | parte II

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Estaba de pie en la entrada de su departamento en la agencia, admirando esa escena que se había vuelto tan frecuente en los últimos días.

Mientras la copiadora hacia su trabajo, Izuku levantaba en el aire a su pequeña y le hacía pucheros para distraerla, la niña reía feliz intentando alcanzar a su madre.

No se trataba solo de la presencia de dos ángeles que aligeraban el tenso ambiente, también se trataba del perfume nuevo de la oficina, ya no las feromonas alfa amargas y asfixiantes, esas habían sido reemplazadas por un delicioso aroma a jazmín y leche. Solo eso bastaba para que todos los alfas y betas sintieran esa oficina como un paraíso.

El hecho de tener a un bebé en una oficina fastidió a más de uno, pero el jefe de esa sección no aceptó quejas. Katsuki se adueñó de una vieja bodega sin utilizar y metió en ella un sofá y un televisor, si la pequeña Mahoro lloraba Izuku tenía permiso de fugarse de sus labores por un rato y dedicarse a alimentar a su bebé. Eso funcionaba para todos.

—Deberías dejar de mirarlo como un pervertido e invitarlo a salir —dijo alguien a su lado, era Kirishima, uno de sus mejores colaboradores.

—No lo miro como un pervertido, imbécil —renegó casi gruñendo, cambiando su expresión calmada por su típico gesto de querer despedir a alguien por diversión.

—Claro que lo haces y no te culpo —se unió una nueva persona, un imbécil que pedía a gritos ser despedido, Mineta Minoru—. He escuchado a muchos hablar y la mayoría quieren una oportunidad con el milf de la oficina.

—¿Qué mierda dijiste? —preguntó Katsuki con un tono escalofriante.

Mineta notó su terrible error, la mirada de su jefe anunciaba la muerte.

—¡Lo siento!, ¡no dije nada!, ¡iré a trabajar ahora mismo! —gritó, luego corrió por el pasillo huyendo como un cobarde.

—En algo tiene razón, si no te apuras alguien podría tomar la iniciativa —insistió Kirishima.

—Cierra la boca y vuelve al trabajo.

—Como quieras jefe, no digas que no te lo advertí —se burló Kirishima, dándole un golpe en la espalda como broma.

Con los idiotas lejos regresó su atención a Izuku, quien se paseaba entre los escritorios entregando copias, con Mahoro en su brazo libre. Era una suerte que esa pequeña se distrajera con facilidad y dejara a su madre hacer sus deberes.

Él mismo obedeció su orden, despejó su cabeza de Izuku y fue a su propio sitio, una oficina de cristal al fondo de la enorme sala.

Como siempre, las horas se movieron lentas y agotadoras, revisar expedientes, cuentas, atender llamadas de socios o clientes. Por fortuna de vez en cuando podía desviar su atención más allá de los cristales, al lugar donde sus trabajadores irresponsables se reunían en torno a un omega que intentaba dormir a su cachorro cantándole una canción de cuna.

—Descansa mi bien, una nana susurraré… —cantó Izuku con su tono dulce y alegre.

Él cerró sus ojos por un momento, se dejó caer contra su silla, sintiéndose arrullado al igual que el resto de alfas y betas que escuchaban la dulce canción.

—¡¿Qué significa todo esto?! ¡No se les paga para holgazanear! —un gritó ensordecedor llenó la oficina y la tranquilidad se rompió en un instante.

No era algo usual, pero de vez en cuanto el CEO de la empresa, Enji Todoroki, se paseaba para inspeccionar cómo iban las cosas, por desgracia escogió ese de todos los días.

Los empleados se levantaron y ofrecieron una reverencia al CEO. Él los miró con recelo, en especial a cierto omega que llevaba un cachorro en los brazos.

KatsuDeku [One-Shots]Where stories live. Discover now