Capítulo 06.

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Capítulo 06.- Consejero.


Caminé con lentitud toda la habitación oscura, apenas iluminada gracias al fuego débil de la vela que sostengo. Abrí las puertas del balcón con lentitud, al instante sintiendo la brisa golpear en mi cara y mi cuerpo apenas cubierto por el albornoz negro.

Di unos pasos más hasta que llegué a la baranda. Me recargué contra ella y miré el cielo oscuro unos instantes antes de enfocar los portones que justo ahora se están abriendo para dejar entrar el Rolls Royce de la familia Feramore a la propiedad. El auto estacionó cerca de la fuente y pronto, un total de cuatro empleados de servicio se acercaron. Uno abrió la puerta trasera y los demás fueron a sacar las cosas del maletero.

Mi mirada recayó en el hombre de cabello negro que bajó de él. Sus movimientos son seguros al igual que su postura.

Él pronto sacó un cigarrillo de la cajetilla que esconde en los bolsillos de su traje hiper caro. Se llevó el cigarrillo a los labios y después lo encendió.

Le dio una calada y después, miró el cielo antes de dejar escapar el humo con suavidad.

Después, sus ojos enfocaron justo aquí. Justo este balcón porque sabe muy bien que es el de mi habitación.

Sus ojos me encontraron, así que bajó el cigarrillo.

No apartó la mirada.

Apreté los dientes con fuerza cuando cayó una gota de cera sobre mi mano. Intenté no hacer ni un solo gesto que me quitara la compostura que a veces, en algunas cuantas situaciones, me cuesta mucho guardar. Justo como ahora.

Fabrizio alzó su mano libre y movió sus dedos de atrás hacia adelante con lentitud, brindándome un saludo desde la distancia. Finalmente, volvió a bajarla para comenzar a caminar en dirección a la casa.

El personal de servicio, bajó un par de maletas del coche y fueron detrás de él.

Viene para quedarse.

Espero que no lo haga por mucho tiempo.

Soplé en la vela para apagarla y dejarla en mi mesita de noche cuando de nuevo ingresé en mi habitación. Me encaminé a la puerta con pasos lentos y cuando llegué a ella, llevé mi mano a la perilla para colocar el pestillo. Todo lo hice con el mayor de los silencios, incluso cuando volví a caminar de espaldas hacia mi cama, mis pasos fueron silenciosos.

Me senté en el borde de la cama y durante los siguientes diez minutos, miré la puerta con fijeza esperando que nada raro sucediera. Incluso, le hice una seña a Sultán para que se mantuviera sentado al lado de mí pero en el suelo.

Él también miró en la dirección en la que yo lo hago, siendo tan imponente como siempre.

Casi me permito relajarme, hasta que mis ojos captaron el ligero movimiento de la perilla cuando fue girada desde el otro lado. El movimiento fue sutil y silencioso, como si no buscara que nadie se diera cuenta de que intenta entrar.

Las orejas de Sultán se alzaron de inmediato al mismo tiempo que se ponía alerta.

Coloqué mi mano sobre su cabeza, él al instante giró así que negué lentamente.

El movimiento suave de la perilla cesó y los pasos alejándose de la habitación, comenzaron a escucharse. Involuntariamente, relajé mi cuerpo cuando supe que estaba sola.

Prefiero evitar su presencia.

Prefiero evitarme los problemas que me traerá.

―Puedes relajarte, Sultán ―Susurré, consiguiendo que la mirada de mi perro se posara en mí―. Aún no es su momento.

El juego de Lucifer. Onde histórias criam vida. Descubra agora