Capítulo 11.

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Capítulo 11. Hipocresía familiar.


Se alejó de la ventana para comenzar a bajar las escaleras en silencio.

―¿A dónde va? ―Cuestioné, levantándome con cuidado de la cama.

No respondió.

Ah.

Bastardo maleducado.

―Oiga.

Él solo continuó bajando las escaleras, así que no me quedó más remedio que fruncirle el ceño y seguirlo con los pasos más rápidos que pude dar.

―¡Detente! ―Lo volví a llamar, pero él solo continuó ignorándome.

Finalmente al llegar al final de las escaleras, se giró para observarme. Tuve que sostenerme de la pared ante la vista que tengo.

Él mirándome desde abajo, su cabello ligeramente despeinado, sus ojos fijos en mí y su cuerpo tenso.

Lleva chaleco antibalas, así que seguramente le llamé mientras regresaba de su trabajo.

Delicioso.

Siempre me han gustado los uniformados.

―Lo sabía, ¿no? Por supuesto que lo sabía si tiene una puta ventana que da a mi puta casa ―Gruñó bajo.

Me crucé de brazos.

―No sirve de nada negarlo y por supuesto yo no soy una mentirosa ―Fruncí los labios―. Sí, sé que somos vecinos. Es triste porque no me ha dado una bienvenida apropiada.

Me miró mal.

―Tiene que estar jodiéndome ―Masculló y negó con la cabeza―. Definitivamente usted está completamente loca.

―¿Qué tiene de malo comprar una casa? ―Inquirí, bajando un escalón más―. Ah, espere. Cree que me he mudado por usted.

―Esto es ridículo ―Soltó una risa baja y entredientes.

Se dio media vuelta para comenzar a caminar a la salida.

―Fue una casualidad de la vida enterarme de que somos vecinos. Simplemente un día mirando por la ventana lo vi a usted en la cocina y por eso se me hizo fácil llamarlo esta noche, porque sé que llegaría rápido, aparte porque de alguna manera estúpida confío en usted.

―Con usted nada es casualidad ―Murmuró, aún sin detener sus pasos.

―Le digo la verdad. No crea que lo estoy acosando, no es así.

No respondió.

Joder, él pretende marcharse.

―Oiga ―Lo llamé pero él solo caminó e ignoró mis palabras―. ¡Oiga, no me ignore, bastardo!

Nada.

Tomé uno de los jarrones medio destruídos y lo aventé con fuerza hacia él. Este golpeó su espalda lo suficientemente fuerte como para que él se detuviera en seco.

―¡Tiene que protegerme!

Giró con lentitud para observar lo que lo golpeó y ahora se encuentra en el piso, después subió su mirada a mí.

―Definitivamente usted no está bien de la cabeza.

―No parecía opinar lo mismo hace semanas mientras me comía la boca.

Su mandíbula se tensó.

―Tiene razón, me mudé para estar cerca de usted y seducirlo. Compré esta casa solo por usted, capitán, porque quiero aprovecharme de lo que sea que se le remueva dentro cada vez que me ve o me tiene cerca. Solo por usted estoy aquí.

El juego de Lucifer. Where stories live. Discover now