Capítulo 23.

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Capítulo 23.- Locos.


Un suave movimiento en mi hombro me hizo despertar. Al abrir los ojos me encontré a Dean mirándome mientras me mueve con su mano para despertarme.

―Despierte, hoy tiene que irse a su casa ―Me dijo antes de alejarse y darle un trago a lo que sea que hay en su taza.

Oh, un segundo.

Sé que hay en esa taza.

Puedo reconocer ese delicioso olor.

―¿Eso es café? ―Me escuché preguntar mientras me incorporaba sobre la cama.

―Sí.

Estiré las manos en su dirección e hice un ligero puchero.

―Yo quiero.

―En la cocina hay más ―Me dijo antes de darle otro trago, darse la vuelta e ir hasta la puerta que lleva al lago.

Abrí la boca con incredulidad.

―Que hijo de perra ―Gruñí para después quitarme las mantas de encima y así levantarme de la cama―. Anoche me trató bien, pero ahora vuelve a ser el mismo cabrón de...―Me detuve en cuanto vi un desayuno muy apetecible sobre la mesa junto con una gran taza de café; una taza más grande que la que él tenía―...siempre.

Me acerqué con lentitud, por lo que ese delicioso aroma a tocino, huevos, panqueques y café llenó mis fosas nasales.

A lo mejor y no es tan hijo de perra.

Me senté en la silla y tomé el café para acercarmelo a la nariz. Inhalé el aroma que solo terminó gustándome más.

Y al probarlo, simplemente sentí que fácilmente había sido privilegiada y me habían permitido tocar el cielo.

―Que maravilla ―Suspiré cuando me pasé el trago.

Continué comiendo y bebiendo hasta saciarme por completo. Al terminar mis alimentos, dejé mis platos en el lavabo después de lavarlos. Para entonces él no había regresado.

Bufé, lo que atrajo la atención de Sultán.

―Descuida, te guardé algo de tocino.

Me acerqué a él y le di los dos trozos de tocino que pronto devoró con todo el gusto del mundo. Solté una risa burlona al notar su felicidad.

―Tan grande que estás y no eres más que un cachorro mimado.

Lamió mis dedos en un intento de encontrar más ese sabor que dejó el tocino.

―Mimado ―Le repetí mientras acariciaba su cabeza con mi mano libre.

Pronto me levanté y me dirigí al baño para darme una merecida ducha. Él tenía razón, hoy volvería a casa y tenía que estar presentable para mi regreso del pequeño exilio que me otorgaron mis heridas.

Al salir de la ducha, noté que no tenía nada qué ponerme. Después de todo ya no podía ir por la vida con la ropa interior que le robé a él porque debía tener algo nuevo.

O mi propia ropa interior que ni siquiera sé dónde quedó.

Hmm.

Supongo que tendré que robarle otro a él.

Salí del baño con el cabello goteando, con la humedad deslizándose por mi piel totalmente descubierta y fui por ese pasillito que llevaba al pequeño recinto de lujo en el que me estuve hospedando mientras estuve casi muerta.

Antes de entrar a la habitación de la cabaña, pude notar que él ya había regresado.

Está en uno de los sofás sentado, con los ojos cerrados y la cabeza echada sobre el respaldo. La camisa se le subió un poco ya que mantiene sus brazos elevados detrás de su cabeza, por lo que puedo ver en la parte baja de su abdomen algunos trazos de tinta que se deslizan por su piel tonificada.

El juego de Lucifer. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora