Prólogo.

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Tengo una hermana.

Tuve una hermana.

Se llamaba Chiara.

Y la mujer que se encuentra dentro del baño del cual justo voy saliendo, se parece mucho a ella.

Se quitó el antifaz y...me acordé de mi hermana muerta.

Vaya, tampoco es como que se parezcan mucho. No es para tanto, solo es un aire.

Es como cuando te dicen que te pareces a algún famoso. Lo mismo pasa con la mujer del baño y mi hermana, tienen facciones similares.

―Lucille, cariño. Tu padre quiere presentarte a alguien. Te está esperando ―La voz de mi madre me sacó de mis pensamientos.

Me apresuré a llegar a ella antes de que se acercara más hacia acá. Si la mujer del baño sale y mi madre la ve, entonces tendré una madre ahogada en alcohol y pastillas el resto de la semana.

Más de por sí.

Chasqueé con la lengua.

―¿Acaso Alonzo tiene tanta urgencia por casarme que sigue presentándome a los incompetentes de sus socios? ―Mi tono fue amargo―. No pretendo fortaleces sus lazos con nada ni nadie.

―Cariño, si cedes a los caprichos de tu padre, las cosas irán mejor para nosotras. Aparte, sabes muy bien que odia que lo llames por su nombre, sobre todo en donde pueden escucharte. No se vería bien...

―No se vería bien para su campaña que se enteren que no se lleva bien con su hija, blah, blah ―Resoplé―. Si obedezco, solo lo hago por ti. No por él.

Me dedicó una sonrisa de agradecimiento. Una que borró cuando llegamos a donde se encuentra el gobernador junto con un hombre.

Parece ser quince años mayor.

Tiene la finta de pervertido.

Se le nota porque solo me ha mirado dos segundos y seguro en su mente ya me desnudó cincuenta veces.

Que asco, no sabe disimular.

―Fieldman. Te presento a mi hija. Su nombre es Lucille, es la menor y es una excelente escritora ―Habló mi padre, luciendo como todo un hombre de familia amoroso y orgulloso de mi trabajo; mentira. Él odia que escriba en lugar de casarme como hizo mi hermana―. Hija, él es el señor Fieldman. Forma parte del gabinete del presidente.

El hombre estiró la mano en mi dirección, por lo que estuve obligada a tomarla y dedicarle mi mejor sonrisa.

―Mucho gusto, señor Fieldman.

―El gusto es mío, señorita Feramore ―Me regresó. Después se enfocó en mi padre―. Quién diría que tiene una hija tan hermosa. Me imagino que seguido la invitan a salir.

Abrí la boca para responder.

―Los rechaza de inmediato. Ella es más romántica, sigue buscando al hombre ideal para contraer matrimonio ―Se adelantó el gobernador―. ¿O no, cariño?

Forcé una sonrisa.

―Sí, padre.

El señor Fieldman asintió, relamiéndose los labios disimuladamente.

Automáticamente, mi padre acaba de ponerme un letrero gigante en la frente que dice «¡Mírame! Soy un jugoso filete y lo mejor, es que nunca me han probado».

Sí, conozco la mirada de depredador.

Debe estar pensando en mi coño. Seguro en lo que se sentiría ser el primero en usarme. Es la misma rutina con todos estos individuos. En un rato me buscará a solas, me ofrecerá lo que sea con tal de ser el primero en follarme, cuando la verdad es que ni siquiera soy virgen.

El juego de Lucifer. Where stories live. Discover now