Capítulo 22.

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Capítulo 22.- Reyes del baile.

"Tú estás en el viento, yo estoy en el agua.
El hijo de nadie, la hija de nadie".

Chemtrails over the country club - Lana del Rey.


Lucille Feramore.

Mis ojos duelen cada vez que intento abrirlos.

Mi cuerpo duele.

Todo duele.

Mis párpados aletearon cuando intenté enfocar mi entorno.

Miré una sombra grande pasearse alrededor del lugar que ni fui capaz de reconocer.

¿Eso es fuego?

¿Esa sombra es Satanás?

Tal vez morí y ahora estaba en el infierno.

No pude resistir más y nuevamente perdí la conciencia.

No supe cuánto tiempo dormí, no supe cuanto más pasó hasta que finalmente volví a despertar con un poco más de energía que la primera vez.

Mi cuerpo aun dolía, ciertamente seguía doliendo mucho.

Traté de incorporarme mientras carraspeaba debido a la sequedad en mi garganta.

Me quité la manta blanca con movimientos torpes y me encontré mi cuerpo desnudo del torso para arriba. Solo llevo sostén, pero no hay rastro de la blusa negra ni del abrigo. Estos fueron reemplazados por dos vendas.

Una venda rodea mi abdomen donde sé que están esas heridas profundas que me hice con las púas y el roce de bala antes de lanzarme al mar. La otra venda rodea mi hombro que fue donde también me dispararon.

Tengo moretones en ciertas zonas del cuerpo y seguramente tengo en las piernas, pero estas afortunadamente están cubiertas por un pantalón para dormir.

Uno que no es mía.

Para ser sincera me queda algo grande. Parece ser un pijama de hombre.

Me pasé la mano por mi frente sudada e hice una mueca de asco.

Soy un asco.

Me levanté con movimientos temblorosos y mis pies pronto tocaron el suelo.

Dejé que mi vista viajara por todo el lugar de paredes hechas de roble. Era un lugar cálido y pronto supe que el fuego que había visto, era producto de una chimenea frente a la cama sencilla en la que estaba.

La cabaña no era muy grande. Era todo de madera y la "habitación" estaba separada de lo demás con otra pared de roble. No había una puerta así que cuando crucé el umbral, me encontré con una estancia bonita y limpia. Dos sillones y un puff frente a una chimenea. En el centro había una mesita en donde descansaban una taza y un libro.

Por otro lado había una cocina pequeña pero funcional. No había mesa, en su lugar había una barra con cuatro taburetes.

A pesar de no ser gigante como los palacios y mansiones a las que estoy acostumbrada, era tan cálido y bonito que me resultó perfecto y acogedor.

Perfecto para vivir en él una vez que todo termine.

Podría sentarme frente a esa chimenea, beber café y escribir algún libro nuevo.

Me llevé una mano al abdomen y caminé a una puerta cerrada que estaba pasando un pasillo entre la estancia y la cocina.

Agradecí cuando entré y me encontré con un baño limpio.

El juego de Lucifer. Where stories live. Discover now