Prólogo

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El cielo parece estar ardiendo en tonos rosas y anaranjados. Hace calor, pero de repente empieza a caer una fina y suave lluvia.

―¡Alan!―la voz de mi madre me saca de mi ensimismamiento.

Me giro y la veo salir a la terraza a toda prisa. Irene Klein es la persona a la que más admiro en el mundo. Tan guapa, tan bronceada, bióloga e investigadora en un centro de conservación marina muchas horas al día y aun así saca tiempo para ir al gimnasio, cuidarme a más no poder y estar pendiente de mi abuela. Es un cliché, pero es todo un ejemplo de superación y fuerza.

Y con esa sonrisa deslumbrante a pesar de todo.

―¡La ropa!―grita, y empieza a recoger las prendas tendidas que estaban empezando a mojarse.

Me tomo un par de segundos para echar un último vistazo al cielo y voy a ayudarla. Cojo la ropa que queda y la tiro en uno de los sofás del salón, junto a donde está sentada mi abuela, observándonos.

―Pero si son cuatro gotas―dice.

―Sí, ya verás―le responde mi madre, y unos segundos después un trueno hace temblar toda la casa, y empieza a llover con fuerza. Mi madre hace un gesto de falsa sorpresa y mi abuela pone los ojos en blanco.

―Dios mío, qué ganas tengo de que se me cure la pierna para echar a estos dos parásitos de mi casa―bromea.

Desde que vinimos a España hace seis meses hemos vivido en un piso en Málaga, pero hace unos días operaron a mi abuela y, como la recuperación es lenta, vinimos a pasar el verano con ella a Calas, un pueblo de la costa, a la casa donde vive y donde nacíó mi madre y vivió antes de marcharse a trabajar a Alemania. Yo nací allí, en Colonia, de donde era mi abuelo, y viví en esa ciudad casi 18 años hasta que vinimos a España en enero de este año.

―¡Alan!―mi madre me llama desde la cocina.

―¡Uy! Algo has hecho―dice mi abuela.

Pobre mujer, con lo que es ella, que no para en todo el día, y ahora tiene que estar casi sin moverse. O se vuelve loca o nos vuelve locos a los demás.

Mi madre está en la cocina cortando una sandía a dados. Le robo uno y me lo llevo a la boca rápidamente. Ay, está buenísima.

―¿Has comprado lo de esta noche?―me dice mi madre.

―¡Hostia!

―¿Qué?

―¿Cómo?

―Se te había olvidado.

―Se me había olvidado completamente.

―Anda, vamos, te llevo al super, que tengo que pasar por la farmacia.

―Espera, que le escribo a Leire, que quería venir.

Hoy es 23 de junio. Esta noche se celebra la Noche de San Juan. Según me han dicho se hacen hogueras y fiesta en la playa, y mi amiga Leire me ha invitado a ir con otros chicos. Creo que no conozco a nadie. Aunque hace meses que llegué, no he hecho demasiados amigos, no tengo un grupo como tal. No creo que sea por ellos, porque aquí casi todo el mundo es muy simpático, creo que más bien he sido yo, que he estado muy centrado en la vida académica y en que mi madre estuviese bien y ambos nos adaptáramos a esta nueva vida aquí... bueno, y en intentar superar que nuestra vida en Alemania no era precisamente agradable...

Me llevo muy bien con varias personas que conocí en clase, pero a Leire la considero mi amiga, conectamos muy bien desde el principio. Es una persona muy especial. Hace un par de años se lio con un chico mayor que la trató fatal y fue diciendo por el instituto que era una guarra y ese tipo de cosas. La gente le hizo un bulling muy bestia, profesores incluidos, y se quedó sola. Así que tienen una imagen muy distorsionada de ella, pero es una persona super graciosa, siempre está dispuesta a ayudar y a escuchar, y es la típica que se apunta a un bombardeo (que es una expresión que me parece super curiosa).

―¡Hola, Irene!―saluda a mi madre al subirse al coche.

―¡Leire! ¿Qué tal?

―Bien, bien. Hace un calor de la hostia―ella habla así de mal siempre.

―Pues sí, la verdad. Vamos a darnos prisa.

―¡Holaaa!―le digo a Leire mientras le doy un golpe en el hombro―. También existo, eh.

―Que sí, Alan, que sí, pero tú sabes que yo vengo sobre todo por tu madre, que la tengo en el bote.

―Pfff, madre mía.

―¡Exacto!

Mi madre se ríe, mientras arranca el coche y pone rumbo al super. Llevan con esta broma casi desde que se conocen, porque Leire dice que mi madre es su crush y que tiene que conquistarla. ¿No os pasa que tenéis amigos que parece que van a vuestra casa para ver a vuestra madre y que ella les cae mejor? Pues eso. Pero bueno, tengo mucha suerte de que se lleven tan bien.

Hablando de amigos, me gustaría aprovechar el verano para conocer gente nueva, aunque por otro lado me da como miedo, no sé. En Alemania estaba prácticamente solo, y aquí me he acostumbrado a que seamos Leire y yo. No sé, no sé, el verano dirá. Lo que sí que he pensado hacer es buscar algún trabajo a tiempo parcial, así alivio un poco a mi madre económicamente y voy ahorrando para el año que viene, que quiero estudiar interpretación. Es algo que tengo claro, aunque no sé dónde ni cómo, pero bueno, aun tengo todo el verano.

―C'MON, 'CAUSE I KNOW WHAT I LIIIKE

Leire ha conectado su Spotify al coche y ha puesto C'mon de Kesha a todo volumen. Mi madre empieza a mover la cabeza al ritmo de la música y yo no puedo evitar sonreír. Es verdad que mi círculo es muy pequeño, pero quizás es perfecto así, ¿no?

―I DON'T WANNA GO TO SLEEP―grito, desafinando muchísimo, las dos me siguen y cantamos todos a la vez.

―I WANNA STAY UP ALL NIGHT, I WANNA JUST SCREW AROUND

Lluvia de veranoWhere stories live. Discover now