Capítulo 8 (Alan)

124 4 21
                                    


Vamos caminando por el paseo marítimo. Nos hemos abrazado y nos hemos besado tímidamente. No sé, supongo que ahora que ha sido de repente nos da vergüenza, a mí al menos me da... aunque es mirar Mikel, esa sonrisa, esos ojos... y uf, estaría besándole todo el día, la verdad. Ojalá hacerlo algún día... como plan me parece maravilloso.

―Oye...―dice, y me mira fijamente―. Que no quiero entretenerte y...

―¿Me acompañas a casa?

No sé de dónde ha salido la pregunta, creo que la he hecho antes siquiera de pensarla, pero sí, me encantaría que me acompañara.

A Mikel le falta tiempo para responder.

―Sí, claro―dice, sonriendo, me pasa un brazo por la espalda y me aprieta contra él.

Yo me giro hacia y el café, y él se da cuenta.

―Ay, perdona―dice, y me suelta.

―No, no, no pasa nada. Es que... bueno... no le he dicho a nadie... Bueno, se lo he dicho a Leire.

Mikel sonríe. A veces me gustaría poder traducir sus sonrisas, porque siempre significan algo, es como si hablara a través de ellas.

―¿Es tu mejor amiga?

―¡Sí! ¡Bueno! Y ahora ella también tiene... ósea...

―¿Qué?

―A ver―me acabo de poner muy nervioso―, que esta tarde me ha contado que está como medio saliendo con una chica que los dos conocemos... bueno, me lo ha contado porque las he visto juntas. Y es rarísimo... pero me encanta.

―Bueno, si es rarísimo pero te encanta, me alegro―dice, y se ríe, y yo siento de nuevo el escalofrío que me provoca su voz―. Entonces, la tarde ha ido bien, ¿no? ¿Los clientes te han dado mucho por culo?

―Qué va... bastante majos todos. Los clientes...

Por un momento se me había olvidado que hace unas horas volví a ver a ese hombre, y ahora ha vuelto de nuevo a mi mente. Si pudiera hacer que se fuera, tanto de mi cabeza como de nuestra vida...

―¿Estás bien?―evidentemente Mikel se ha dado cuenta de que algo me preocupa.

Como ya le hablé de esto y me siento cómodo con él, se lo cuento. La aparición "casual" de Blaz en la cafetería, mi parálisis momentánea y lo que le ha dicho Leire.

―Muy bien dicho―dice, muy serio.

―Sí... pero no quiero que tenga que haber alguien dando la cara por mí, si alguien tenía que decirle algo era yo... pero es que... no sé... me paralizo y me cuesta hasta respirar.

―Supongo que es la respuesta de tu cuerpo ante un trauma o el miedo...

―Pero él no me da miedo―respondo, cortante, y al momento me arrepiento.

―Pero sí lo que representa... o lo que puede significar su presencia... no sé, no soy psicólogo, perdona...

―No, no, perdóname tú, por sacar este tema... tú vienes a verme y yo con el drama...

―No pasa nada, Alan, te he preguntado yo qué tal la tarde.

Y entonces se para, me coge la mano y me mira.

―Yo no sé si te puedo ayudar, pero si necesitas hablar o compañía o lo que sea en un momento así, escríbeme. O mejor, llámame.

No sé por qué, pero me dan ganas de llorar. Bueno, sí se por qué. Porque nunca he sentido mucho apoyo. Y ahora, además de tener mejor comunicación con mi madre, parece que tengo a Leire y a Mikel dispuestos a ayudarme. Le doy las gracias y lo abrazo, conteniendo las lágrimas.

Lluvia de veranoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora