Capítulo 2 (Alan)

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Me llamo Mikel. ¿Y tú?

Creo que nunca había conocido a nadie con ese nombre, y sinceramente, me parece precioso.

―Alan, encantado―digo, y le tiendo la mano.

―¿Alan? ¡Mola!

Contra todo pronóstico, el obvia mi mano extendida y se acerca a mí con los brazos abiertos.

¿Me va a dar un abrazo? ¿ME VA A DAR UN ABRAZO? AY.

Se acerca a mí, noto la humedad de su cuerpo y me doy cuenta de que yo también estoy mojado. Qué vergüenza, ¿no? Bueno, mira, no importa, estamos los dos igual.

Suavemente, pone sus manos en mi espalda y ¡BOOM! Otra vez ese escalofrío. Joder, espero que no haya notado mi estremecimiento. Al acercarnos, nuestras mejillas se rozan un instante. Tiene la piel super suave, y noto que se me erizan los pelos de la nuca.

Al separarnos, una gota de su pelo cae en mi nariz, ya que es más alto que yo, e instintivamente muevo la cabeza rápidamente y me la limpio con el dorso de la mano. Él se da cuenta.

―Ay, perdona, es que estoy empapado aun.

Creo que no era del todo consciente de su estado, y ahora quizás se ha avergonzado un poco. Se mira la camisa y se abrocha rápidamente los botones que tenía abiertos.

No, no, no. Si estaba genial así.

Cuando termina, me mira y sonríe. Nunca he visto unos dientes tan blancos.

Durante unos segundos nos miramos y ninguno dice nada. Entonces me acuerdo de que tengo un vaso en la mano, y me lo llevo a la boca, no porque me apetezca beber, sino porque no sé qué hacer ni qué decir.

De pronto, la gente que está más cerca del paseo marítimo empieza a gritar y a revolucionarse.

―¡Corred!―se oye gritar a alguien.

Mikel se da la vuelta y camina un par de pasos para intentar ver, pero una hoguera le tapa la visión.

Yo me giro para buscar a Leire, pero a quien me encuentro es a Mario, que me agarra del brazo y me dice:

―¡Corre, Alan, nos piramos!

―Pero, ¿qué pasa?

―Los maderos, tío, que han encontrado droga o no sé qué.

―Pero...

―¡Corre!

No sé qué pasa, ¿tenemos droga y yo no lo sabía? Me pregunto por qué quieren salir corriendo si nosotros no tenemos nada. Entonces aparecen varios policías con cara de pocos amigos e instintivamente también echo a correr detrás de Mario, pero antes miro hacia la hoguera, donde está Mikel, desorientado. Le hago un gesto para que nos siga, pero entonces un par de policías llegan hasta él con actitud agresiva, y luego dos chicos que parecen ser sus amigos intentan defenderle.

―¡Alan!―oigo la voz de Leire y me vuelvo a girar.

Llega hasta a mí super alterada y me pregunta si estoy bien.

―Sí, claro, no sé qué pasa.

―Ni yo, tío, algo de drogas. Mejor nos piramos.

Y me coge del brazo para que sigamos huyendo.

Yo miro hacia la hoguera, pero Mikel ya no está. Ni los otros. En su lugar hay una poli registrando a un chaval. Espero que no le haya pasado nada.

Salimos a toda prisa de la playa, dejando atrás toda la bebida y comida que nos quedaba, lo cual no me hace demasiada gracia. Se oyen sirenas cerca, y toda la gente que está paseando o en los bares nos mira mientras corremos por el paseo marítimo.

Lluvia de veranoWhere stories live. Discover now