Capítulo 4 (Alan)

119 7 29
                                    




De vuelta a casa, le envío otro audio a Leire contándole lo que acaba de pasar, que me he encontrado con Mikel y toda la conversación. La pobre no va a dar abasto con tanta noticia. ¿Debería haberme quedado en la playa? No, no puedo, tengo que estar con mi familia. Creo que ahora más que nunca tenemos que estar juntos, no puedo estar pensando en Mikel.

EL CHICO DE LA PLAYA??? A POR ÉL ALAN JAJAJAJA

Un mensaje de Emily. ¿Qué?

¡HOSTIA! MIERDA MIERDA MIERDA.

He mandado el audio por el grupo en vez de a Leire por privado, qué vergüenza. Emily ha sido la primera, pero Mario y Bruno no tardan en responder también. Genial, ahora todos saben que me gusta Mikel.

Que me gusta Mikel.

Hasta ahora no lo había pensado. Osea, es evidente que sí, pero... no sé, en realidad apenas le conozco y el timing no puede ser peor.

Por fin Leire me responde.

Para lo que necesitéis estoy aquí, cuenta conmigo para todo. Quedamos y hablamos cuando quieras.

Y lo del chico este qué guay Alan, qué monoooos. ESCRÍBELE.

Por cierto, te has equivocado al mandar el audio por el grupo, verdad?

Y un sticker de un gatito llorando, como de costumbre.

Le respondo con otro audio, asegurándome varias veces de que lo envío donde es, y le propongo quedar mañana antes de que yo vaya al café.

Su respuesta:

Sí, claro.

ESCRÍBELE.

Acabo de llegar a la puerta de mi casa. Ha dejado de llover, pero sigo empapado. Estoy de pie justo donde hace una hora estaba ese hombre. Aun me resulta extraño que vuelva a estar tan cerca. Quiero llorar. Quiero que todo haya sido una alucinación. Quiero que si no lo es, aparezca para poder devolverle los golpes con creces. Quiero gritar.

Pero he dicho que no nos va a joder el verano, y lo mantengo.

El corazón me late rápido cuando vuelvo a coger el móvil, busco el contacto recién guardado de Mikel (y una ola) y le escribo:

Hola! 😉

Cómo me va a dar miedo la lluvia de verano, si nos hemos conocido metidos en el mar a la una de la madrugada?? jajaja

Lo bloqueo rápidamente y me lo guardo.

Y, contra todo pronóstico, cuando subo las escaleras de las que hui antes y cruzo la puerta, lo hago con una sonrisa tonta en la cara.

―Bueno, Alan, ¿cuándo puedo ir a tomarme un café con misterio al Marta's y que me lo sirvas tú? ―mi abuela no parece saber nada de lo que ha pasado, así que intento actuar normal.

―Mañana, abuela. A las cinco tengo que estar allí.

―Pues a las seis estoy.

―Porque con la pierna mala tardas una hora en llegar, ¿no?

―¡Mira, niño!―grita, mientras intenta darme con una muleta, y mi madre se ríe―. Me voy a ver la tele un rato, a ver qué cotilleos hay hoy.

Cuando mi abuela se va al salón, mi madre se acerca a mí.

―¿Cómo estás?

―Yo bien, mamá. ¿Cómo estás tú?

―Bien, Alan―me pone las manos sobre los hombros―. Quiero que te centres en disfrutar el verano y en el trabajo nuevo, ¿vale?

Lluvia de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora