Capítulo 3 (Alan)

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El corazón me late como si alguien me estuviera golpeando con fuerza desde dentro. Estoy muy quieto, como paralizado.

Por unos segundos pretendo intentar controlar la ansiedad como hacía antes, pero sé que es inútil, no me va a funcionar. No ahora.

Me observa con esa mirada penetrante como si me examinara por dentro, y por un segundo parece haber un destello de ilusión, como si se alegrara de volver a verme. Pero no, no puede ser. No puede haber algo así en la cara de una persona tan horrible.

De repente todo me viene a la mente, todos los momentos de miedo, de angustia, de rabia, todo lo que pensaba haber dejado atrás en Alemania.

Y salgo corriendo. Al principio vuelvo por donde llegué, pero luego mis pasos empiezan a ser aleatorios y sin sentido concreto, hasta que me paro en seco cuando el rostro de mi madre aparece en mi mente.

Mi madre. Sé que no está en casa, menos mal. Pero tiene que saber que ese hombre está aquí. ¿Cómo lo hago? ¿Cómo se le dice a la persona que más quieres que su peor pesadilla ha vuelto para seguir atormentándola? Que puede que fuera una tontería huir (porque sí, nuestro viaje a España fue una huída).

Con la mano temblorosa saco el móvil y la llamo. Respiro profundamente para intentar calmarme y que no note cómo estoy. Tarda menos de cinco segundos en descolgar.

―¡Hola!―dice, en un tono relajado―. Estamos saliendo del hospital, ya mismo llegamos. ¿Qué tal con Marta?

Por un segundo quiero contárselo, que ella me hable de cómo mi abuela se ha quejado durante toda la mañana y hacer como que no pasa nada.

―Mamá.

Ella nota mi nerviosismo.

―¿Qué pasa, Alan?

No sé cómo decírselo, de verdad. Me tiembla todo.

―¿Alan?

―Está...―respiro profundamente, y es inútil―. Está aquí. Blaz está aquí.

Solo pronunciar esa sílaba me cuesta, hacia mucho que no lo decía en voz alta y mucho más que no pensaba en él.

Hay un breve silencio hasta que mi madre responde, sorprendentemente serena.

―Ya lo sé.

¿Cómo? ¿Cómo que ya lo sabe? No me esperaba una respuesta así, pero de algún modo me alivia no haber sido yo quien le de la noticia.

―¿Cómo lo sabes? Estaba en la puerta de casa, pensaba...

―¿Dónde estás, Alan?

¿Dónde estoy? No lo sé, no me había parado a mirarlo.

―Eh... en la calle, cerca de la playa. Mamá, estaba en la puerta de casa. ¿Cómo sabes que estaba aquí?

―Me llamó hace una semana y me dijo que pensaba venir. Que había cambiado y que quería hablar.

―¡¿Qué!? No te has creído esa mierda, ¿verdad?

―¡Alan!

―Perdona, mamá, perdona...

―Claro que no me lo he creído, y le dije que no se le ocurriera aparecer por aquí, pero ya ves. Pero tranquilo, Alan, la policía está avisada y él está avisado. Si ha ido a casa es porque sabía que no había nadie, no se puede acercar a nosotros.

―Mamá...

He empezado a llorar de golpe, soltando todo lo que llevaba conteniendo todo este rato.

―Tranquilo. Nos vemos en un rato en casa, ¿vale? Tranquilo.

Lluvia de veranoWhere stories live. Discover now