Capítulo 11 (Mikel)

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Han pasado casi tres semanas desde aquel día en la playa, la misma donde nos conocimos Alan y yo la noche de San Juan. Fue una tarde preciosa. Creo que aquí en Calas nunca había tenido un grupo de amigos como tal, siempre hacía todos los planes con mi hermano y con Aitana. Y tampoco es que lo necesitara, pero esa tarde, con ellos y los amigos de Alan, me sentí genial. Y por supuesto, el mejor momento fue cuando nos metimos en el agua y nos besamos. Desde entonces, Alan y yo hemos estado haciendo planes casi todos los días, y algunas veces junto con el resto: merendar o cenar en el Marta's (a pesar de que Alan insiste en no quedar en el mismo sitio donde trabaja), volver a la playa de noche, ir al cine de verano, besarnos en cada rincón de Calas e incluso darnos la mano en algún momento, pese a la vergüenza de Alan. El primer día que lo hicimos estaba acompañándole a casa por la noche y no sé, le miré, tan guapo, tan entregado a nuestros planes... que me salió solo. Al principio dio como un saltito, como si hubiera sentido un escalofrío al tocarle, pero después me miró, y sé que le daba vergüenza, pero sonrió y sin decirme nada fue como si me gritara que no le soltara. Muchas veces siento que quiero protegerlo de todo lo malo que le pueda pasar, como lo del ex de su madre, aunque no han vuelto a saber nada desde el día que Leire le echó del café, y me alegro. También he intentado que Alan haga surf conmigo, aunque aun no he conseguido convencerle, pero lo haré.

A pesar de todos los planes que hemos hecho, y de que Alan cada día me gusta más, aun no le he invitado a casa, y yo tampoco he estado en la suya, pero creo que hoy es un día especial, porque en el centro donde trabaja su madre sueltan a unos delfines que encontraron en una red de pesca y estaban curándose. No sé cómo, pero ha conseguido que nos dejen ir a verlo, al menos Leire y yo, así que parece que hoy va a ser el día en que conozca a Irene. Tengo ganas, pero a la vez me da un poco de vértigo, aunque Alan parece estar super feliz por ello, así que también estoy feliz por él.

Estoy llegando ya a su casa, a la que tantas veces he venido estas semanas, acompañándolo, pero nunca he pasado de la puerta, aunque él sí me lo ha ofrecido alguna vez, super nervioso. Más o menos como estoy yo ahora, pero creo que se me da bastante bien disimularlo.

Justo cuando estoy llegando a la calle, veo a Leire llegando también. Menos mal, así no llego yo solo.

―¡Hey!

Ella se gira, sonríe y viene a darme un abrazo.

Al principio nuestra relación era un poco rara, porque notaba que ella todo el rato me estaba analizando, que lo entiendo, porque adora a Alan y lo protege como nadie. Ese sentimiento lo compartimos. Ahora eso ha cambiado, supongo que ha visto que estoy... que me encanta su amigo y que solo quiero que sea feliz.

―¿Qué tal estás?

―Bien... un poco nervioso, la verdad.

Ella sonríe de esa manera tan suya que parece que lo que le has dicho es una tontería.

―Supongo que es normal, pero Irene es genial, ya verás...

―Sí, todos me decís eso.

―Porque es así. Le vas a caer bien, seguro.

―Eso espero.

Al llegar a casa de Alan, nos recibe él (menos mal). Está guapísimo. Bueno, siempre lo está, pero hoy, no sé, tiene como algo especial. Leire y él se abrazan, y luego viene hacia mí, algo tímido pero con esa sonrisa y esa mirada que se le pone cuando me ve. Nos abrazamos fuerte y, como sé que le va a dar vergüenza besarme en la puerta de su casa, le doy un beso en la mejilla y él sonríe.

Nada más entrar, aparece su madre. Ya me habían dicho que era muy guapa pero wow, ahora entiendo de dónde salen esos ojazos de Alan y esa piel como bronceada.

Lluvia de veranoWhere stories live. Discover now