11: Encuentros

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Torturarla había sido divertido

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Torturarla había sido divertido. No es que tuviese una vida especial o unos hilos muy interesantes, pero la forma en la que había reaccionado mientras lo hacía, había hecho que valiera la pena.

Como la mayoría de los soldados, había entrado al ejército por un estúpido sentimiento de lealtad al reino y la tonta idea de continuar un legado familiar por parte de sus padres, quienes, como no podía ser de otro modo, habían terminado por morir en batalla antes de siquiera poder verla graduarse.

La chica debía haberse rendido en ese momento. No había sido la mejor de su clase y ahora ya no tenía nada que demostrarle a nadie, pero el fantasma de su familia parecía ser motivación suficiente para que ella siguiera levantándose después de cada golpe. Una tontería en la práctica, pero un conjunto de hilos de destino demasiado interesantes, sobre todo cuando sus valores al final del día no habían sido más grandes que su miedo a morir, a dejar de desempeñarse como un soldado...

Efectivamente, una contradicción de lo más estúpida, puesto que sus compañeros no estarían de acuerdo en que vender su ubicación para salvarse a sí misma fuese algo que debiesen perdonar. Solo por eso había decidido dejarla vivir. Sus hilos no harían más que volverse el doble de interesantes si lo hacía, y yo no tenía intención de terminar una buena historia antes de que pudiera llegar a la mejor parte.

El ataque era un asunto casi de rutina. No había obtenido demasiados logros a los ojos del rey en los últimos meses, así que debía trabajar para solucionarlo y estaba seguro de que, una armada por debajo de la diez sería suficiente para complacerlo, aunque no fuese más que un juego de niños para mi gente, tomando en cuenta que parecían tener apenas un mago graduado entre sus filas.

Terminaríamos tan pronto, que no había tenido sentido que me presentara personalmente para ayudar. Me bastaba con observar a través de los miles de hilos de destino que rodeaban a los soldados para tener mi diversión del día, una que, en su mayoría, ya había sido complacida por esa chica. No iba a perder sus hilos de vista, quería saber si lograba aferrarse a la idea de seguir luchando para el ejército cuando sus manos tenían dos dedos menos. El número necesario para que se quebrase y nos diera la ubicación. Su expresión había hecho valer la pérdida de tiempo, sobre todo al saber que siempre había conocido la ubicación, pero tenía ganas de que ella nos la dijera personalmente.

Por el contrario, sus compañeros eran mediocres, sus hilos no habían sido nada interesantes y por eso habían sido asesinados en la primera media hora después de que mi patrulla de vigilancia diera con la suya. No había dormido la noche anterior, pero era un precio justo, aunque un vistazo a los hilos de mi gente me hizo saber que ellos parecían ser incluso más mediocres, pues, aunque el ataque había comenzado una hora atrás, aparte de la destrucción de edificios y algunas heridas interesantes, no habían conseguido matar a una sola persona.

Sabía que quizás mi deber era haberles mencionado la presencia de uno de los asesinos de la corte en la armada, pero si estaba en una tan mala, no debería suponerles ningún esfuerzo. Ahora veía que me equivocaba. De los siete magos que había enviado a hacer el trabajo sucio, la pequeña rata de la corte había terminado ya con dos y siendo una de ellos la líder de la brigada.

Guerra de Ensueño I: Princesa sin nombreWhere stories live. Discover now