13: Volver a empezar

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Las cosas en la armada, pese al gran liderazgo de Inanna y Alexander, no parecían capaces de mejorar

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Las cosas en la armada, pese al gran liderazgo de Inanna y Alexander, no parecían capaces de mejorar.

Había trabajo de reparación desde la primera hora de la mañana hasta el anochecer, misiones que atender y mentiras que decir a la División sobre las razones por las que algunos de los miembros de la armada no respondían al llamado que les hacían y en su lugar, los mismos soldados se ocupaban de todo.

La enfermería seguía llena y la Torre de los Magos había dejado de ser mi habitación para ser la de muchos de los miembros, mientras poco a poco reparábamos cada una de ellas, aún con el miedo de un posible ataque cada día y con el abrumador peso del frasco de veneno en nuestros bolsillos.

Desde aquella primera noche había tratado de ver el lado positivo, pero cada desencuentro con Meg y el miedo que tenía a hacer hasta la cosa más trivial, la constante preocupación de Abby que comenzaba a consumirla al punto de que ya tampoco la reconocía y el miedo a la magia que solo crecía al ver la evolución de las heridas de cada uno de mis compañeros, lo hacían imposible y todas las demás noches había terminado por derrumbarme apenas tocaba mi temporal cama.

Me sentía tan atrapada y a la vez tan decepcionada y agotada que no sabía qué podía hacer para arreglarlo, para mí y para todos los demás.

Solo trataba de obligarme a levantarme cada mañana y poner mi mejor cara mientras ayudaba en todo lo que podía, porque seguía siendo una de las afortunadas que estaban ilesas y sería egoísta de mi parte no hacerlo.

Aunque, claro, eso no era del todo cierto, pues aún llevaba la muñeca vendada y también el ojo, cuando al día siguiente de mi estúpida pelea fue obvio que era imposible para mí abrirlo.

No quise culpar a Dante, pese a todo, pues ambos habíamos actuado mal y, aunque hubiese sido de la peor manera posible, al menos por un momento me había hecho olvidar todas las preocupaciones que llevaba encima y que desde que él se había ido a su misión, no dejaban de multiplicarse.

—Lili, hoy no hay asignaciones. No podemos seguir trabajando a este ritmo. Por favor ven con nosotros y comamos juntos en la enfermería con los que están ahí —pidió Inanna con suavidad, quitándome de las manos el trapo con el que, perdida en mis pensamientos, llevaba repasando la madera de una de las mesas del comedor por quién sabe cuánto tiempo.

—Lo siento —dije de inmediato, mirando alrededor y notando que todos parecían estar preparando platos y ollas para obedecer la orden de Inanna.

—No te disculpes. Sé que todos estamos un poco... distraídos estos días, solo vamos —dijo con amabilidad, por lo que, al verla tomar una pila de vasos, no dudé en seguirla con dos jarras de agua limpia.

Llegamos a la Torre de los Magos en una pequeña peregrinación agotada en la que no pude ver a Sebastian, Alexander, Luca o Fausto por ningún lado, ni siquiera al llegar al piso de la enfermería. Aquello me pareció extraño, pues los cuatro habían estado ayudando la noche anterior y nadie parecía buscarlos. Era como si todos supieran dónde estaban, menos yo. Quizás era así, pero en ese momento no me atreví a preguntar.

Guerra de Ensueño I: Princesa sin nombreWhere stories live. Discover now